Simbiosis.
Revista de Educación y Psicología,
Volumen 1, No. 1, enero-junio 2021, ISSN-e: 2992-6904, Páginas 36 – 50
Recuperación de sentido del sujeto yo: entre la obediencia y el
silencio
Recovery of sense of
the subject I: between obedience and silence
Recuperação do sentido
do sujeito I: entre obediência e silêncio
Fabián Martínez
Hernández
fabian.martinez_d@normailecatepec.edu.mx
https://orcid.org/0000-0001-5802-9816
Escuela Normal de Ecatepec, México
Jonathan Israel Valdez
Regalado
profr_jonathanisrael@hotmail.com
https://orcid.org/0000-0003-3936-3485
Escuela
Normal de Ecatepec, México
I Artículo
recibido en abril 2021 I Arbitrado en mayo 2021 I Aceptado en junio 2021 I
Publicado en julio 2021
https://doi.org/10.59993/simbiosis.v1i1.4
RESUMEN
El presente escrito tuvo como centro de discusión al sujeto como
un “yo formador” de otros. El sujeto “yo”, desde la mirada hegemónica ha tenido,
históricamente, la noble tarea de enseñar lo que aprendió en la escuela que lo
formó. Desde ahí se convirtió en “un buen profesor” pero, ¿quién es el buen
profesor? ¿Qué dice, qué hace y por qué lo hace así? Estos y otros
cuestionamientos son la siembra para reflexionar y voltear a mirarnos como
profesores frente al sentido que el Estado nos signa desde sus diversos
dispositivos.
A partir del
Análisis Político del Discurso, este trabajo problematiza al sujeto “yo” que se
vive como formador, este último ¿es consciente del lugar que ocupa en la
estructura piramidal de poder que encumbra el Estado? Desde la recuperación de
las voces y significaciones de estudiantes y docentes normalistas, este trabajo
aborda este y otros cuestionamientos para ampliar la mirada del sentido único
que hemos engrosado con el paso del tiempo, los cuales parecieran que no
permite otras formas de relacionarnos con nosotros mismos y con nuestro
entorno. Así, colocar al sujeto frente a los contextos dados, es una forma de
recuperar el sentido de su lugar en el mundo.
Palabras clave: Sujeto yo-sujeto histórico, formación docente, recuperación de
sentido
ABSTRACT
The present writing
had as its center of discussion the subject as a “forming self” of others. The
subject “I”, from the hegemonic perspective, has historically had the noble
task of teaching what it learned in the school that formed it. From there he
became “a good teacher” but who is a good teacher? What does it say, what does
it do, and why does it do so? These and other questions are the seed to reflect
and turn to look at ourselves as teachers in the face of the meaning that the
State indicates to us from its various devices.
Based on the Political Analysis of
Discourse, this work problematizes the subject “I” who lives as a trainer. Is
the latter aware of the place it occupies in the pyramidal structure of power
that the State stands out? From the recovery of the voices and meanings of
normal school students and teachers, this work addresses this and other
questions to broaden the view of the unique sense that we have enlarged over
time, which seems that it does not allow other ways of relating to ourselves
and with our environment. Thus, placing the subject in front of the given
contexts is a way of recovering the sense of his place in the world.
Keywords:
Subject I-historical subject, teacher
training, recovery of meaning
RESUMO
O presente texto teve
como centro de discussão o tema como um “self formador” dos outros. O sujeito
“eu”, na perspectiva hegemônica, historicamente teve a nobre tarefa de ensinar
o que aprendeu na escola que o formou. A partir daí ele se tornou “um bom
professor”, mas quem é um bom professor? O que diz, o
que faz e por que o faz? Estas e outras questões são a semente para refletir e
voltar a olhar-nos como professores face ao sentido que o Estado nos indica a
partir dos seus vários dispositivos.
A partir da Análise
Política do Discurso, este trabalho problematiza o sujeito “eu” que vive como
formador, este último tem consciência do lugar que ocupa na estrutura piramidal
de poder que o Estado se destaca? A partir do resgate de vozes e significados
de alunos e professores do colégio normal, este trabalho aborda esta e outras
questões para ampliar a visão do sentido único que temos ampliado ao longo do
tempo, que parece não permitir outras formas de nos relacionarmos. e com nosso meio ambiente. Assim, colocar o sujeito diante
dos contextos dados é uma forma de resgatar o sentido do seu lugar no mundo.
Palavras-chave: Sujeito
I-sujeito histórico, formação de professores, recuperação de sentido.
INTRODUCCIÓN
Usualmente solemos ser un
proyecto de vida. Al nacer, nuestros padres nos signan un sentido en su mundo,
eligen un nombre para nosotros, deciden nuestra salud, educación e inclusive
qué ropa usar. Con el transcurrir del tiempo nuestra relación con el entorno
retoma las formas aprendidas en el contexto donde crecimos, la realidad así se
vuelve natural con una lógica que abrazamos y, por tanto, damos por cierto. No
hay necesidad de preguntar por qué y para qué la vida de ese modo. Es natural
la vida ahí, con sus dogmas, reglas y principios.
En nuestro tránsito por la vida
escolar sucede algo similar. Confiamos en la persona que está frente a
nosotros. Damos por aceptado que todos sus entendimientos y actos son por el
bien de todos, como un proyecto colectivo presente con perspectiva a futuro.
Aceptamos las reglas no solo de la clase de la asignatura en turno, sino de
toda la escuela en sí. En el fondo, desde casa ya hemos aprendido a normalizar
la figura de la autoridad. El sentido está en ocupar el lugar que nos pertenece
como sujetos habitantes de ese tiempo y espacio, en este caso, el de alumno y
profesor, respectivamente.
El sentido de pertenencia en ambos escenarios es evidente, cada
quien debe y tiene que ocupar su lugar. No hay resistencia frente al proyecto
de normalización, ya sea de nuestros tutores o profesores, pues previamente se
ha orquestado una serie de dispositivos para cumplir y hacerlas cumplir. El
temor y el castigo son los aliados para vigilar y convertir cuerpos con marcas
dóciles y obedientes, este escenario se repite una y otra vez hasta que se
vuelve el sentido de la vida presente. Por tanto, el sentido de la vida está
dictada por aquellos que ostentan el poder de arriba hacia abajo, ellos definen
qué, cómo y para qué la educación.
A partir de la búsqueda del sentido del sujeto yo en su
historia, ¿es posible re-nombrar el lugar que ocupa en la estructura piramidal
de poder que encumbra el Estado? Estos y otros cuestionamientos son claves para
ampliar la mirada del sentido que hemos vivido con el paso del tiempo, el cual
pareciera que no permite otras formas de relación con nosotros mismos y con
nuestro entorno. De este modo, planteamos como emergencia colocarnos frente a
una lectura pedagógica en el complejo entramado llamado escuela, espacio donde
aparentemente todo está ordenado, ausente de caos y dolor.
El escrito se compone de cuatro momentos, en el primero hacemos
una revisión somera sobre
lo que llamamos “yo” como
un ente histórico en la formación docente, poniendo como centro al sujeto hoy
heredero de una historia. En la segunda parada, hacemos un esbozo sobre la
metodología que utilizamos. En el tercer momento, a partir del análisis de las
significaciones de los actores, reflexionamos la noción del poder vertical
desde la escuela, lugar de infinitos silencios y obediencias, ahí hacemos una
lectura pedagógica distinguiendo al sujeto como posibilidad de diálogo con el
contexto que lo nombra, en el cuarto y último momento, realizamos un ejercicio
de recuperación de la memoria de nuestra historia profesional como maestros
formadores de docentes, a modo de reflexión final.
Sujeto yo-sujeto histórico en la formación docente
Comúnmente, el sujeto piensa y
actúa frente a la vida tomando como marco de referencia el presente que habita.
Es él y solo él frente a sus circunstancias. El presente le dicta qué, cómo y
para qué hacer las cosas. En la escuela, el docente y alumno saben el lugar que
ocupan: horarios que hay que cumplir, tareas específicas qué hacer, todo en un
tiempo y espacio determinado. La vida así, transita sin mayor tensión, pues
cada quien ha normalizado, sin preguntar, sin reflexionar para qué y porqué la
vida, sin embargo, ¿el sujeto es a-histórico? Y por tanto, su propósito en la
vida ¿es la adhesión a prácticas culturales e históricamente encarnadas? Es
decir, ¿nuestro fin como humanidad es incorporarnos a un corpus preservado por
otros?
El eco del pronunciamiento
anterior parece cobrar vigencia en nuestras prácticas cotidianas, pues en una
charla con un estudiante del séptimo semestre de la Licenciatura en Educación
Primaria, al preguntarle cuál es la función social de un profesor, responde:
Guiar
al alumno para que obtenga conocimientos y los lleve a cabo en su vida
cotidiana, también es enseñar conocimientos, dar herramientas para defenderse
en la vida, enseñarle a solucionar los problemas de la vida que le toca vivir
allá afuera (refiriéndose al contexto del alumno), formar a los niños con
valores. Un docente es una persona que sabe todo para guiar al alumno hacia el
aprendizaje auténtico (D1D-ES-07/02/2020).
En el testimonio, la función mediata del profesor está
caracterizada por el cumplimiento de preservar una ideología que solo el
profesor inscrito en una escuela es posible construir. Los actos del presente
parecen delinear un futuro placentero al señalar que al otro se le prepara para
una “vida de allá afuera”, siempre y cuando éste sea de la guía del que sabe,
es decir, del profesor. La voz del sujeto “yo-docente en formación”, adquiere
sentido en su relación con la infancia a través de sus prácticas al decir que
tiene la función de “guiar, enseñar, dar herramientas, formar”. Su voz adquiere
sentido cuando su relación con la infancia en las escuelas de educación básica,
durante las jornadas de prácticas profesionales docentes, construye una serie
de materiales didácticos para garantizar un aprendizaje para “la vida que le
toca vivir allá afuera”. Un primer acercamiento al sujeto yo-docente en formación
es él y las lógicas que el presente le dicta, le dispone.
Pero,
¿quién es el sujeto yo-sujeto histórico? ¿Qué hace frente a la realidad que
aparentemente se le asignó desde casa y escuela? De Certeau
refiere que el sujeto de la historia permite interpretar las acciones, los
silencios, “el dominio de la no-práctica, el dominio de la pasividad y la
inercia: la vida cotidiana, el ocio, el consumo, las caminatas, la cocina.
Tradicionalmente entendidos, éstos no son sitios de práctica o acción sino
espacios no-históricos, tiempo vacío, pérdida”.
A pesar de no ser su propósito,
el autor antes señalado expone los elementos fundamentales para una teoría de
la resistencia, redefiniendo las relaciones de poder, incluso las expuestas por
Foucault, en cuanto que la resistencia se constituye en un hecho cotidiano que
escapa a la acción política, y que muchas veces ni siquiera la persigue. Estos
presupuestos permiten al historiador variados trabajos, entre otros, aquellos
que se proponen analizar las circunstancias americanas de la colonización y
dominación (De Certeau, citado por Fuentes y Nara,
2007, p.495).
Hasta cierto punto, quienes
decimos ser formadores de docentes tiene sentido la manera en que el sujeto
yo-sujeto histórico vive la docencia hoy, pues es la misma lógica por la cual
nos comunicamos con ellos. Nos empeñamos en garantizar que esto suceda en los
diferentes cursos, seminarios, talleres y toda actividad académica con ellos.
Recuerdo que cuando me incorporé por vez primera a la escuela normal, ya
existía todo un sistema para conformar un pensamiento para preservar lo
valioso; tengo presente la charla que tuve con una compañera que llevaba años
trabajando en el trayecto de prácticas profesionales, me decía: “escucha, observa
y aprende (refiriéndose a cómo construir un plan de trabajo de prácticas
profesionales) porque luego, tú lo vivirás cuando estés en tu jornada de
prácticas profesionales con tus muchachos” (D2DR-RO-26/01/2018).
Con el transcurrir del tiempo y sin darme cuenta, me había
convertido en aquella figura de autoridad que se encargaba de hacer que mis
alumnos se pensaran como los expertos de “guiar a otros para una vida de allá
afuera”, de procurar en todo momento que ellos sean como yo pensaba,
concibiendo que era la mejor forma de ser profesor, tal como se aprecia en el
testimonio anterior, al señalar que un docente es una persona que sabe todo
para guiar al alumno hacia el aprendizaje auténtico.
El testimonio recuperado, es causa y principio de una serie de
eventos que se heredan sin siquiera darnos cuenta en las escuelas que forman
profesores, pues estamos muy preocupados por las emergencias que el sistema nos
coloca como dispositivos de control, estamos en el presente obviando que eso es
lo único que tiene valor. Estamos siendo desde la individualidad pensando en
nuestras necesidades, en nuestras emergencias. Hemos dejado de pensar y sentir
la necesidad del otro. ¿Por qué y para la vida siendo uno, cuando somos todos
en un mismo hogar? A tal idea, De Certeau, citado por
Fuentes y Nara, mencionan
El
punto crítico consiste en el cuestionamiento a nuestras sociedades técnicas y
sus fronteras divisorias entre las “discursividades”
de una especialización, es decir, las que mantienen una razón social mediante
separaciones operativas (estratégicas)
y las “narratividades” del intercambio
masificado, esto es, las que permiten o frenan la circulación dentro de un
tejido de poderes. Desde la mirada de De Certeau, estamos inmersos en el lenguaje ordinario y todo
discurso se ve cobijado por esta condición; incluso aquellas experiencias
humanas en apariencia no descriptibles y de las que muchas veces no se puede
decir nada. Se hace fundamental, entonces, indagar en los niveles de la
elaboración de los discursos, puesto que las maneras cotidianas de hablar no
tienen equivalencia en los discursos filosóficos y no son traducibles a éstos
(De Certeau, citado por Fuentes y Nara, 2007,
p.485-486).
Recuperar la voz del sujeto “yo”
en el presente, como un sujeto histórico, es una provocación para pensar (nos)
y reflexionar(nos) porqué somos así y no de otro modo
con nuestros estudiantes, con nuestros compañeros de vida y profesión. Lo
anterior, implica rastrear quién es el “yo” como un sujeto histórico. De dónde
viene, dónde está y qué piensa y está colocado como habitante del mundo.
En
una época en que la necesidad de trascendencia moral y el deseo de aventurarse
se pierde cada vez más, en que la voluntad de atreverse se debilita y se limita
al espacio de la eficacia que proporciona reconocimiento, en que es difícil
hablar y apostar por la potenciación de las personas, en que soñar se ha
reducido a éxito y éste a logros materiales, nuestro desafío es aprender de las
experiencias para cambiar cuando las circunstancias lo impongan y liberarnos de
los miedos y de las pequeñeces, sin perder la visión de humanidad que le da su
significado único a la condición del hombre. […] ir más allá de lo alcanzado,
con todos y a pesar de muchos, construir caminos que nos llevan a vislumbrar
nuevos misterios que son a su vez nuevos renaceres
(Zemelman,2011, p.34).
En un contexto donde prevalece la noción de calidad, eficacia,
es complejo pensar en un sujeto atento a la necesidad del otro, a sus
tensiones, a las dolencias y sueños, pues primero es él y sus circunstancias,
se ha vuelto preso de cumplir y hacer cumplir lo valioso. La necesidad de
preguntarse se ha vuelto en última opción, no hay tiempo para ello, sin
embargo, este proceso de escribir la vida cotidiana es la vía para darnos
cuenta del lugar que estamos ocupando y, por tanto, estamos significando el
hoy. Uno no solo es la emergencia del presente, más bien, es el sueño
postergado en su historia razón de importancia cuando Zemelman
(2011) enfatiza que “nuestro desafío es aprender de las experiencias para
cambiar cuando las circunstancias lo impongan y liberarnos de los miedos y de
las pequeñeces, sin perder la visión de humanidad que le da su significado
único a la condición del hombre” (p.34).
Construcción metodológica para la recuperación del sentido en la
formación docente
Desde los primeros años de escolarización, el sujeto aprende a
transitar la vida desde un pensamiento parametral. En
el aula aprende orden, control y rendición de cuentas de lo aprendido, a través
de estas lógicas configura su identidad, lugar, tiempo y pertenencia frente al
mundo. Esta lógica de lo exacto, lo fijo y universal es esquema
para producir conocimiento
en las ciencias exactas, pues en ellas se experimenta con datos y objetos, sin
embargo, omite aspectos para interpretar y comprender lo eminentemente humano,
anula la sensibilidad y el dolor que evoca la incertidumbre, descarta la
memoria como dispositivo didáctico para potenciar el presente y futuro.
De tal manera, en este escrito
nos auxiliamos de la mirada interpretativa-comprensiva de la realidad que
ofrece la investigación social de corte cualitativo, con la finalidad de
“analizar el sentido subjetivo de los actores o las formas institucionales de
la vida social” (Tarrés, 2004, p. 57) lo anterior,
sin en el afán de obtener verdades absolutas, pues las experiencias vividas son
únicas e irrepetibles.
De este modo, para transitar la
palabra, la voz y los actos de los actores, se requiere de una metodología de
investigación social, para lo cual retomamos el Análisis Político del Discurso
(APD) como camino para reflexionar los niveles discursivos que el sujeto nombra
y significa para construir sus esquemas de pensamiento y actos en su relación
con el otro. Para este fin
El
analista del discurso busca dar cuenta de las formas en que las estructuras de
significación determinan ciertas formas de conducta. Al hacer esto, pretende
comprender cómo se generan los discursos que estructuran las actividades de los
agentes sociales, cómo funcionan y cómo se cambian (Correa y Dimaté, 2011, p. 97).
No obstante, Buenfil
señala que:
La
noción de discurso […] no se limita al lenguaje hablado o escrito, sino se
refiere a que todos los objetos y procesos sociales poseen un carácter
significante en la medida que forman parte de un
sistema de relaciones socialmente construido. El significado de una acción se
constituye en “contexto de uso efectivo”, es decir, entre un significado y su
uso no puede haber una separación rígida, dado que el significado de una
palabra se adquiere solo dentro de un contexto especifico. Así el discurso es
condición de construcción y comunicación de sentido socialmente compartido, es
construcción social de la realidad, y es accesible por su relación con otros
discursos, mediante el análisis de sus usos (Buenfil,
2013, citado en Navarrete, 2017, p. 2).
Consideramos
que el Análisis Político del Discurso (APD) se convierte en una herramienta
imprescindible en el panorama académico por la profundidad de su mirada,
señalando alternativas diferentes para abrir la posibilidad de ofrecer un
conjunto de respuestas y preguntas, intentando a su vez, desnudar los discursos
que lo recorren, mostrando sus limitaciones y consecuencias sociales. Es una
propuesta alternativa que pretende problematizar las prácticas docentes,
decisiones en el aula; dar voz a quien no la tiene. Es también una herramienta
emancipadora al servicio de la crítica y el cambio, a favor de aquellos que
tienen negado el acceso a la palabra, aporta una visión en profundidad en los
procesos de investigación y prácticas educativas, ideas o paradigmas
pedagógicos sobre las políticas públicas que sostienen el sistema educativo.
Así,
para la construcción de este escrito, retomamos voces de estudiantes y
profesores de una Escuela Normal, para el caso específico de
México, estas escuelas
representan el lugar donde se forman a profesores, cuya presencia está en las
diferentes latitudes del país.
Las
Escuelas Normales son “centros educativos dedicados específica y exclusivamente
a la formación de profesores”. El término de “normal” se relaciona con la idea
de que estos establecimientos deberían servir de “norma o modelo para los demás
de su clase”[…] Según su nivel educativo, se dividen
en: normal preescolar, primaria y superior; además de éstas existen otros dos
tipos de escuelas que preparan profesores especialistas, una para niños
discapacitados y otra para educación física. Las normales se clasifican, si se
atienden al financiamiento, en públicas, que pueden ser federales, estatales,
incorporadas y transferidas (las federales que, a partir del 18 de mayo de
1992, se transfirieron por acuerdo del ANMEB a los gobiernos estatales); y las
sostenidas por la iniciativa privada. Por la organización escolar, pueden ser
normales escolarizadas, semiescolarizadas y abiertas
o intensivas. Si se atiende a su ubicación se clasifican en: urbanas o rurales
(Meneses, 1999, p.68).
Para este escrito, usamos indistintamente Escuela Normal o
escuela formadora de docentes y, para el registro de testimonios, recurrimos a
dos escenarios que consideramos sustanciales para reflexionar discursos en la
formación docente: 1) reuniones de trabajo de los profesores y 2) Escuelas de
prácticas. Estas últimas son las escuelas que cuentan con un registro estatal y
federal del Estado para su funcionamiento, ahí los estudiantes normalistas
desarrollan los saberes aprendidos de los planes y programas de estudio
vigente. Utilizamos registros de observación no participante y entrevistas semi-estructuradas, estas se audio-grabaron y
posteriormente fueron transcritas.
Es
oportuno señalar que a cada entrevista y observación se le asignó una clave que
concentra el número de documento, como en el siguiente ejemplo:
D1AE-ES-03/12/2018, Documento 1 Alumno Eduardo Entrevista semi-estructurada
Día 07 Mes 02 Año 2020. Comprendido esto, elegir y poner en práctica esta
perspectiva teórica, tiene como objetivo develar las subjetividades que se
construyen en la escuela y otros espacios de configuración ciudadana, a su vez
procura gestar un encuentro con los otros a través de la crítica constructiva,
argumentada y de respeto hacia el ser-hacer del otro; ser un dispositivo de
recuperación de la memoria para diseñar nuevos ángulos de pensamiento, de
mirada y sentimiento frente a una realidad asignada por el Estado.
Poder vertical en la escuela: lugar de infinitos silencios y
obediencias
Este es el pretexto inicial para pensar(nos)
como sujetos históricos en un escenario de aparente calma, nombrar nuestras
tensiones y angustias frente aquello que nos lastima, ¿para qué? Ahí está la
recuperación de la memoria, como posibilidad para construir otras voces, otras
vías de relación con nosotros. Al respecto, recupero la voz de Eduardo,
estudiante del cuarto semestre de la Licenciatura de Educación Física al
preguntarle ¿cuál es sueño constante que tienes en tu proceso de formación
docente?
Yo creo que ser profesor debería tener muchos sentidos, no solo
pensar y creer que importamos nosotros en este momento. Deberíamos reconocer lo
que otros maestros ya han hecho, ya han vivido, pero de eso nunca hablamos,
siempre hablamos como si todo comenzara de nuevo en cada semestre en la
escuela, aunado a esto me pregunto: ¿Por qué mis maestros siempre hablan de “en
mi clase”? Es como si su trabajo fuera de ellos nada más, pero lo que haga su
compañero no importa ni tiene relación. Es como si cada quien trabajara por su
cuenta y eso nos confunde, porque es como si quisieran decirnos que la forma de
enseñar a otros es así, si dicen mi clase, entonces se refieren a que la clase
de sus otros compañeros de grupo trabajan de manera aislada y no les importa, y
tampoco saben qué relación hay entre un curso y otro (D3AE-ES-17/07/2020).
La voz de Eduardo es reveladora
en el sentido de pensarnos como sujetos ajenos frente un proyecto común.
Reconoce que para ser nosotros en el hoy es necesario abrazar los saberes
construidos por aquellos que estuvieron antes de nosotros, razón de
trascendencia e importancia colocar al sujeto como histórico, para de esta
manera, pensar y reflexionar lo que hacemos hoy para luego potenciarlo en el
presente y mañana. Hace un descubrimiento valioso cuando señala: “si dicen mi
clase, entonces se refieren a que la clase de sus otros compañeros de grupo
trabajan de manera aislada y no les importa”. La voz del otro importa para
construirme yo, para construirnos nosotros. Entonces, ¿qué hace falta para ser
yo-nosotros en un espacio sin tensión y donde el sentido es signado por lo
urgente e inmediato? La primera aproximación es situar y reconocer al otro como
sujeto histórico, desde sus necesidades y tensiones.
El sujeto “yo” es valioso en cuanto su voz es y tiene vida en el
pensamiento y acto en sus iguales, volverlo visible implica preguntarnos ¿quién
es el sujeto yo? ¿De dónde viene y hacia dónde pretende caminar? ¿Cuáles son
sus tensiones y anhelos de ser consigo mismo y con el otro? Esta idea de volver
a nuestra historia, a nuestra memoria podría ser dolorosa, pues provoca
descubrimientos de los cuales no nos hubiera gustado saber, es más cómodo vivir
en las certezas, tal como el pensamiento moderno nos colocó, así pues
El
pensar histórico busca reconocer los espacios en los que se distingue la
presencia de lo históricamente necesario, aunque al mismo tiempo es una
construcción desde la toma de conciencia de la disconformidad respecto de las
circunstancias. Esta disconformidad constituye un requisito para enfrentar las
inercias, personales o sociales, pues representa la base de cualquier acto de
resistencia para enfrentar lo que excede los límites de una situación dada. El
pensar histórico equivale a interpretar la disconformidad como una alerta
frente a lo excedente, transformar lo reconocible o la simple constatación
empírica en necesidad de nuevas preguntas que sean un puente para transitar
desde la disconformidad hacia el problema que está en el fondo. (Zemelman, 2011, p.34).
El pensar histórico provoca sumergirnos en las tensiones
postergadas por el miedo somatizado, cuyos anclajes se han sedimentado con el
tiempo,
similar cuando el agua se
estanca y con los años se petrifica transformando un nuevo objeto amorfo, a tal
idea, recupero a Saúl, estudiante del tercer semestre de la Licenciatura en
Educación Primaria, al cuestionarle ¿qué opinión tienes de los trabajos finales
para evaluar el semestre en la licenciatura que estás cursando?
A
veces, casi la mayoría del tiempo nos piden hacer ensayos para todo cuando se
trata de evaluar un curso o seminario de nuestro programa de estudios, el profe
o la profa saben que la forma en que nos evalúa no
demuestra las competencias que se exige como mínimo para aprobar el curso, pero
sin embargo lo hacen. Nunca nos dicen porque evalúan distinto el curso, solo
ellos saben y, lo peor es que si no cumplimos con eso que no tiene pies ni
cabeza, te reprueban. Al final del día terminas convirtiéndote en eso que no
sabes ni para que te lo enseñaron y mucho menos para que lo aprendiste, así que
pasados los días después de recibir la calificación es como si no hubiéramos
aprendido nada, de lo que se dice nada(D3AD-ES-20/07/2020).
El sujeto ha comprendido que
cumplir, tiene un propósito. Para el caso de Saúl es aprobar el curso, aunque
después de la evaluación no recuerde ni tenga certeza para qué lo aprendió. Lo
cierto es que, el profesor se encarga de ejercer el poder como autoridad, y por
tanto, su poder es incuestionable. Por otro lado, el estudiante obedece sin
mayor resistencia a pesar de que el eco de su intervención en la relación con
el curso y su profesor pierda sentido en tanto concluya el proceso de
evaluación. Así, el sujeto “yo” (sujeto formador de docentes y docente en
formación) van legitimando que cumplir es importante, pero otras lecturas más
complejas, razón de escasa importancia cuando lo valioso es el número que rinde
cuentas de cumplimiento.
Desde
este marco, es común observar que, a la hora de la entrada de la escuela,
durante el receso y a la hora de la salida, sean espacios donde se escuchan
risas, platicas interminables entre amigos y compañeros, voces sin represiones,
regaños o castigos, sin embargo, dentro del salón de clase lo que prevalece es
el silencio y la obediencia de los estudiantes, ahí existe un propósito claro
tanto de quien enseña, y de aquel que está para aprender. En ambos casos está
presente la idea de cumplir y hacer cumplir los planes y programas de formación
desde un pensamiento hegemónico desde un centro, cuyo protagonista es el
Estado. Dentro del salón de clases está pensado exclusivamente para aprender lo
permitido, lo que está regulado y evaluable. Todo aquel que está fuera de esta
lógica no existe, está silenciado e invisible.
El
sujeto “yo”, históricamente ha tenido la noble tarea de enseñar lo que aprendió
en la escuela que lo formó, desde ahí se convirtió en “un buen profesor” pero,
¿quién es el buen profesor? ¿Qué dice, qué hace y por qué lo así?, para tal
efecto planteamos hacer una lectura pedagógica para reconocer y visibilizar
cómo vive sujeto formador de docentes y el sujeto docente en formación,
entendiendo por lectura pedagógica al
Punto
de partida del análisis como principio lógico racional dialéctico, que trata de
identificar el contenido
de conocimiento, la forma en la que se entabla la relación entre
los sujetos educativos, sus características, su finalidad, los contextos con
los que interactúa y el tiempo histórico en el que sucede. Reconstruyendo el
sentido y significado de la trama educativa, que como totalidad articulada da
cuenta del proceso pedagógica en el que se encuentran dichos sujetos.
Posibilita reconocer la contradicción en la práctica y el discurso educativo y
los problemas que constantemente se generan, comprenderlos desde un marco
teórico-pedagógico y práctico, participar y modificarlos a partir de la
Pedagogía crítica (Argott, 2019, p.8).
En este vaivén de construir a otros como acto de reproducción
del sistema hegemónico se asoma la idea de consagrar el poder y continuar con
la perspectiva acrítica de la realidad que se asigna desde el Estado, lugar
donde se construye al otro a imagen y semejanza por medio de los planes y
programas de estudio, cuya función es aprender a ser y hacer lo permitido para
sostener el poder. No obstante, la reproducción hegemónica en las escuelas
formadoras de docentes se ha convertido en la vía fértil para constituir en los
otros lo valioso desde lo emergente, ahí la voz de la autoridad vertical se
encumbra por una serie de normas y principios para conspirar a su favor, en
este sentido, la vigilancia y el castigo son esenciales para la normalización
del cuerpo, tal como refiere Foucault (2003):
Ha
habido, en el curso de la edad clásica, todo un descubrimiento del cuerpo como
objeto y blanco de poder. Podrían encontrarse fácilmente signos de esta gran
atención dedicada entonces al cuerpo, al cuerpo que se manipula, al que se da
forma, que se educa, que obedece, que responde, que se vuelve hábil o cuyas
fuerzas se multiplican (p.125).
La
hegemonía cultural configura un tipo de ciudadanía determinada, la cual, en el
caso docente, se traduce disciplinarse primero él mismo, para luego
incorporarlos a una cultura determinada, como miembros pasivos, capaces de
aceptar el medio, teniendo como única posibilidad adherirse a lo dado,
reproduciendo socialmente el proceso sobre sus estudiantes. A tal idea de
producción y reproducción en la Escuela Normal, germina la inquietud de una
construcción distinta de la docencia. Esta impronta de lectura en reversa
sucede desde el momento en que nos preguntamos ¿quiénes somos en la historia y
qué lugar ocupamos en ese discurso? En este sentido, ¿quién enseña-aprende?,
¿Qué enseña-aprende? ¿Dónde enseña-aprende? ¿Por qué enseña-aprende? ¿Para qué
enseña-aprende? Para tal efecto, en la escuela formadora de docentes se
distingue que quién enseña-aprende, esto implica reconocer quiénes habitamos la
escuela normal, es decir, los actores educativos en su conjunto, lo cual
implica invariablemente buscar nuestra historia como medio para conocer la
realidad que habitamos y preguntarnos cómo fue posible que nos pensemos, seamos
y vivamos de una manera determinada.
La
«/» que los une y los separa significa por un lado que el uno no puede pensarse
sin los otros y que,
históricamente, surgen conjuntamente en el mismo proceso histórico. Cada uno
de ellos es constitutivo de los otros dos (…) En el proceso histórico la tríada
se formó, por un lado, mediante la invasión europea en América y la trata de
esclavos, en nombre de la salvación de almas y del progreso económico. Esto es,
mediante una retórica positiva de salvación, mientras que para ello es
necesaria la trata de esclavos, la explotación de los indígenas y la expropiación
de sus tierras. Así, la retórica positiva de la modernidad justifica la lógica
destructiva de la colonialidad (Grosfoguel
y Mignolo, 2008, p.31).
En este sentido y para efectos de reflexionar el lugar que
ocupamos en la formación docente, retomo la experiencia que vivo como docente
formador de formadores en una escuela normal, aclarando que, la elección del
espacio-tiempo desde donde se recuperan las voces y los actos estriba en que,
como comunidad nos lacera el simple cumplimiento de los planes y programas de
estudio sin la posibilidad de generar tensión o proponer otras formas de
relación con el curriculum oficial, a su vez, esta
inquietud de problematizar mi lugar, nuestro lugar y función en la escuela es
una tensión compartida por quienes integramos la familia de profesores
normalistas. Esta ruta plantea trazar nuevos caminos para construir(nos)
como docentes y sujetos atentos a las dolencias no solo nuestras, sino de
nuestros estudiantes, pues ellos son el reflejo de lo que nosotros pensamos y
hacemos.
No obstante, ¿qué es lo que
aprenden los docentes en formación? Métodos, técnicas, estrategias de diseño,
desarrollo y evaluación de planificación didáctica de las diferentes
disciplinas curriculares que conforman la Educación Básica, articulada con
teorías pedagógicas humanistas, pragmatistas, de las teorías de la reproducción
y, en menor grado, las pedagogías de la alteridad y crítica del ser docente,
además de actitudes y valores necesarios para el control de Estado. A tal
pronunciamiento cuestionamos: ¿solo esto aprenden los docentes en formación
desde la escuela normal? La respuesta sensata es SÍ. Razón por la cual se
plantea reflexionar otras formas de relación con la pedagogía frente a las
prácticas naturalizadas a lo largo de la historia de la formación de docentes
en las escuelas normales, como una vía para crear espejos de vida profesional y
de encuentro con el otro.
Por otro lado, ¿qué se enseña-aprende? El docente formador de
docentes enseña a “controlar el grupo de alumnos heterogéneos a ser grupos
homogéneos”, a través de coros motrices, técnicas, estrategias y variados
métodos de control y obediencia; se enseña que mantener la disciplina en el
aula es el tránsito para lograr aprendizajes esperados/aprendizajes clave, en
un tiempo y espacio determinado por las autoridades educativas y ¿qué se
aprende? Se aprenden también teorías de la pedagogía y la educación para luego
ser objetivados en el diseño y desarrollo de la planificación docente, para ser
aplicados en las jornadas de observación, ayudantía e intervención en las
escuelas coloquialmente llamadas “escuelas de práctica docente”. Durante la
estancia en las escuelas de educación básica se aprende a ser docente desde el
acompañamiento de un tutor titular, de un grado y grupo asignado previo acuerdo
entre el director de la escuela normal, coordinador de licenciatura, titular
del curso del
trayecto
de prácticas profesionales y el Director Escolar de la escuela de prácticas y
el docente titular donde se realizará la práctica docente. Se aprende la
cultura escolar, rituales, concepciones y comportamientos heredados sobre la
manera de tratar a los niños, a los padres de familia; cómo realizar
juntas/asambleas, eventos cívicos, trabajo con el libro de texto gratuito, uso
del cuaderno, disciplina a los niños, abordaje de los proyectos emergentes
federales y estatales.
Es importante distinguir en este
entramado ¿dónde se enseña-aprende? Usualmente, el docente formador de docentes
ocupa como laboratorio de trabajo dos escenarios: La escuela normal y sus
diferentes instalaciones (aula de clase, aula magna, patios, canchas) y la
escuela de prácticas profesionales (escuelas de Educación Preescolar, Primaria,
Secundaria, Centros de Atención Múltiple (CAM) y Servicios de Unidad de Apoyo a
la Educación Regular (USAER).
Así, ¿por qué se enseña-
aprende? Esto podría reducirse a pensar que es para garantizar perfiles idóneos
y en tal sentido, procurar que los docentes en formación puedan ocupar, al
término de su formación inicial, un lugar de trabajo en las escuelas de la
Educación Básica. En términos de la política educativa de nuestro país, es para
contribuir a la formación de las infancias enmarcadas en el artículo 3° de la
Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, publicado en el Diario
Oficial de la Federación en el documento DOF:15/05/2019,
y a su vez, hacer cumplir los fines de la educación obligatoria, laica,
gratuita y de calidad y disminuir las brechas de desigualdad social, equidad y
acceso al derecho de la educación para todos.
En este escenario de la lectura pedagógica ¿para qué se
enseña-aprende? Desde la perspectiva del Marco para la excelencia en la
enseñanza y la gestión escolar en la Educación Básica. Perfiles profesionales,
criterios e indicadores para el personal docente, técnico docente, de asesoría
técnica pedagógica, directivo y de supervisión escolar, plantea que
Los
perfiles docentes y técnico docente muestran, por medio de dominios, criterios
e indicadores, rasgos característicos que se espera del trabajo cotidiano de
las maestras y los maestros, considerando las condiciones en que se encuentran
las escuelas y los planteamientos de la nueva legislación en materia educativa.
Por ello, se ha propuesto que estos perfiles respondan a lo mejor de la
tradición educativa mexicana, basada en la importancia que tiene la educación
pública para promover la justicia, democracia y equidad, así como a los
elementos que las maestras, los maestros y técnicos docentes consideran más
relevantes de su labor, y el contexto y necesidades de la población infantil y
adolescente en nuestro país. En este sentido, los perfiles responden a una
docencia enfocada a la atención personal y desde una visión humanista de la
formación de los alumnos, así como en el logro de aprendizajes relevantes para
su vida presente y futura, al tiempo que reconoce que la enseñanza supone una
gran responsabilidad y compromiso ético al favorecer en niñas, niños y
adolescentes, al fortalecimiento de sus conocimientos, habilidades, actitudes y
valores conforme a lo señalado en el currículo vigente, con la finalidad de
que se desarrollen de manera integral y tengan acceso a un servicio
educativo con equidad, inclusión, excelencia e interculturalidad (SEP, 2021,
p.15).
Lo anterior es clave para reflexionar
el lugar que ocupamos en la estructura de la hegemonía y dominio en las
escuelas normales. En una reunión de academia de profesores que se lleva los
días martes de cada semana, una compañera maestra refirió: “Si los docentes en
formación no cumplen con los requisitos mínimos para el diseño de una
planificación docente, se les cancela su práctica y, por tanto, el curso lo
reprueban en automático, aquí no hay medias tintas, o saben o no saben ser
profesores. Necesitamos ser estrictos y enseñarles que la docencia es
instructiva”. (D4DP-RO-07/06/2019).
En la voz del profesor formador,
es evidente quién es el que ostenta el poder y quién es el otro que será
sometido y anulado en voz y acto en tanto no cumpla con los preceptos
considerados como valiosos por la mayoría. De este modo, detrás del control se
distingue una demarcación del sistema capitalista-económico que ha conformado
al sujeto en su historia. Ahí es donde está presente lo valioso como concepto
de la calidad y excelencia profesional.
En este sentido, ¿en las
escuelas normales se enseña para liberar o para controlar a otros desde la
obediencia y el silencio? En su slogan se lee: “Educar es redimir”. Entramado
paradójico y complejo de abrazar en tiempos donde educar es formar parte del
ejército que controla y castiga al otro en tanto no piense sus principios y
normas tal como lo dicta su Juramento Normalista Mexiquense, cuando dice que:
Tengo ante mí, bastos caminos que recorrer, escabrosas montañas que escalar,
piedras hermosas que pulir, barro nuevo que esculpir, la inalcanzable lucha en
la era apocalíptica del hombre moderno. Al milagro maravilloso del mundo, al
canto dramático del alma, la sorpresa eterna, la inocencia, la sonrisa y la
gracia, la energía inquietante: ¡El niño!
Cada estrofa encierra silencios adornados con palabras
aparentemente dulces. Al respecto, leer(nos) como
sujetos históricos nos permite pensar(nos) y reflexionar(nos) la memoria que
habitamos hoy, a su vez, nos permite re-nombrar los aprendizajes y saberes que
repetimos para ocupar un lugar en la vorágine del mundo capitalista articulado
con el centro que representa el Estado. Problematizar nuestra historia en el
hoy, consideramos es una forma sutil de dialogar con nosotros mismos, con los
otros, con lo otro.
A modo de reflexiones finales
El acto de escribir nos ha permitido darnos cuenta de dolencias
que antes no logramos ver y sentir. Pensábamos que el sentido de enseñar y
aprender se heredaba de generación en generación, y que este, se tenía que
preservar a toda costa. Conforme fuimos ampliando el abanico de posibilidades
teóricas y metodológicas en nuestra relación con la pedagogía y sus múltiples
didácticas, detectamos que no solo nos estábamos haciendo daño de pertenecer a
una sola lógica de ver el mundo, sino que esa forma de habitar la vida, también
estaba enfermando a otros de forma inconsciente, en este caso a nuestros
estudiantes.
Escribir considerando como marco de referencia nuestra voz,
nuestros actos, nos permitió re-escribir y re-dimensionar nuestro lugar frente
al
mundo de la formación docente
y sus múltiples formas, texturas, colores, aromas y experiencias. Nos sentimos
como el ciego que recupera la vista y ve por primera vez aquello que nunca
había visto. Descubrimos que, la subordinación y la codependencia para la
configuración de un tipo de sujeto sin sentido ni proyecto en común en la
formación docente, conduce a ningún lado, ningún lugar. Ahí es donde
comprendimos la importancia de la búsqueda de sentido y significado para ser en
comunidad.
Una de las revelaciones que
llegó a nuestra vida y el cual abrazamos con el corazón es que, todos los
seres humanos somos un propósito, un propósito donde se comparte la palabra, la
voz y las dolencias para encontrarnos y construirnos juntos. Ese ser juntos
se encuentra aquí, en este momento, con una historia. Los caminos transitados
con nuestros alumnos y colegas nos dieron la pauta y emergencia para discutir y
problematizar nuestro lugar en la Escuela Normal, en ella reconocimos nuestras
tensiones, angustias y crisis que habitamos en la cotidianidad.
Este diálogo y camino
transitado, puso la siembra para germinar posibilidades con nuestros hermanos
presentes y ausentes para leer, sentir y vivir de otro modo la formación
docente, implicando la emergente necesidad de construir nuevos puentes, nodos,
encuentros y relaciones con nuestros estudiantes. Los hallazgos a modo de
recuperación de sentido del sujeto yo-sujeto histórico, encontramos que:
1) Ninguna realidad es posible desde el silencio y la
invisibilidad teórica y metodológica. Es un tránsito necesario vivir para
ampliar nuestra mirada como una responsabilidad social. El acto de escribir(nos) y volverlo público, es una primera
aproximación a realidades otras.
2) Construir ejes de discusión no solo contemplando lo emergente
y lo urgente, sino develar aquello que está ausente en la currícula
oficial. Aquello que se encuentra silenciado e invisible, una de ellas es la
“formación del sujeto yo, sin un nosotros”.
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