Simbiosis. Revista de Educación y Psicología,
Volumen 1, No. 2, julio-diciembre 2021, ISSN-e: 2992-6904, Páginas 68 – 83
Liderazgo educativo y el desarrollo
socioemocional en contextos escolares
Educational
leadership and socio-emotional
development in school contextsLiderança
Educacional e Desenvolvimento
Socioemocional em Contextos Escolares.
Mario Morales Navarro
mario.morales@usach.cl
https://orcid.org/0000-0003-4995-4414
Universidad de Santiago, Santiago de Chile,
Chile
Constanza Lizama Vidal
constanza.lizama@usach.cl
https://orcid.org/0000-0002-5432-0582
Universidad de Santiago, Santiago de Chile,
Chile
I Artículo recibido en abril 2021 I Arbitrado
en mayo 2021 I Aceptado en junio 2021 I Publicado en julio 2021
https://doi.org/10.59993/simbiosis.v1i2.11
RESUMEN
El mundo ha vivido una emergencia que nos ha demostrado la vulnerabilidad
del ser humano en todas sus dimensiones. La consecuencia de esta pandemia ha
repercutido en los individuos, familia, organizaciones laborales,
organizaciones sociales, en el mundo de la economía, la salud, la educación,
generando daños difíciles de superar, a pesar de los grandes esfuerzos que han
desarrollado los distintos países. Este artículo da cuenta de las dificultades
que han tenido que enfrentar los profesores y a partir de algunos antecedentes
teóricos se intenta elaborar los grandes desafíos que debe enfrentar el líder
educativo en materia relacionado con la educación emocional, el autocuidado de
los profesores/as, la formación docente, las estrategias para la resolución de
conflictos, los procesos evaluativos, la educación inclusiva, temas relevantes
del siglo XXI que deben ser abordados. Hoy más que nunca debemos considerar en
este escenario, la reconstrucción de esta nueva normalidad e ir asumiendo los cambios
profundos que queremos instalar en el sistema educativo.
Palabras clave:
Liderazgo; docente; desarrollo emocional; nuevos desafíos
ABSTRACT
The
world has experienced an emergency that
has shown us the vulnerability of human beings in all their dimensions.
The consequences of this pandemic
has had an impact on individuals,
families, labor organizations,
social organizations, in the
world of the economy, health
and education, generating damages that are difficult to overcome,
in spite of the great efforts
made by different
countries. This article gives an
account of the difficulties that teachers have
had to face
and, based on some theoretical background, attempts to elaborate the
great challenges that the educational
leader must face in matters related to emotional education,
self-care of teachers, teacher training, strategies for conflict resolution, evaluation processes, inclusive education, relevant issues of the
XXI century that must be addressed. Today more than ever, we must
consider in this scenario, the reconstruction
of this new normality and go assuming the deep
changes that we want to
install in the educational system.
Keywords:
Leadership; teacher; emotional development; new challenge
RESUMO
O mundo vive uma emergência
que nos mostra a vulnerabilidade
do ser humano em todas as suas
dimensões. A consequência desta pandemia teve repercussões
nos indivíduos, famílias, organizações laborais, organizações sociais, no mundo da
economia, saúde, educação, gerando danos difíceis de superar, apesar dos
grandes esforços que os diferentes países desenvolveram. Este artigo dá
conta das dificuldades que os professores
tiveram que enfrentar e, com
base em algum embasamento teórico,
tenta elaborar os grandes desafios que o líder
educacional deve enfrentar em questões
relacionadas à educação emocional, autocuidado dos professores, formação docente, estratégias de resolução de conflitos, processos de avaliação, educação inclusiva, questões relevantes do século XXI
que devem ser abordadas. Hoje
mais do que nunca devemos
considerar neste cenário, a
reconstrução desta nova normalidade e assumir as
profundas mudanças que queremos instalar no sistema
educativo.
Palavras-chave:
Liderança; professor; desenvolvimento emocional; novos
desafíos
INTRODUCCIÓN
El mundo está viviendo las peores
consecuencias de la crisis sanitaria. Ningún estado se encontraba preparado para
enfrentar con los recursos que poseía esta pandemia. El sistema de salud, la economía,
las fuentes laborales y la educación colapsaron. Las desigualdades sociales se acrecentaron,
especialmente en las zonas de mayor pobreza, donde las consecuencias de la
pandemia han sido violentas. Todas las áreas de ser humano se han afectado generando
consecuencias de riesgos en nuestras vidas.
Las pérdidas familiares por el COVID –
19 han trastornado los hogares. Los protocolos de salud que se han dictaminado,
han sido rigurosos, lo que ha impedido que las familias puedan realizar los
ritos de despedida y reducir las emociones desagradables que se generan, como
consecuencias de estos eventos.
Las medidas de confinamiento han sido estrictas,
aunque los datos sobre el impacto psicosocial del confinamiento aún son
limitados, se infiere que éste podría tener consecuencias en la salud de los adultos
mayores y en el desarrollo psicosocial de los niños. La literatura nos dice que
el estado natural de las personas es la libertad, estado en que todos/as
deseamos regresar. Sin embargo, somos conscientes de que estas medidas han sido
implementadas por el alto riesgo de contagio. No obstante, la reacción de la
población – es natural – ha experimentado sentimientos de frustración e incertidumbre,
producto de la información que recibimos, que nos señalan que estas medidas no han
tenido un impacto en la disminución de contagios y aún estamos lejos de volver
a la normalidad. Es difícil converger diferentes criterios como lo
epidemiológico, lo económico, lo político, la salud mental para tomar
decisiones, sabiendo que cada uno de ellos son insuficientes para asumir
diversas opciones.
Son muchas las familias que han tenido
que enfrentar este confinamiento de forma paupérrima. Las condiciones ambientales
de los sectores sociales más vulnerados se han visto perjudicadas por el impedimento
de trabajar de manera presencial, lo que ha hecho más visible la cantidad de familias
que poseen ingresos provenientes de trabajos informales, además de las
condiciones de hacinamiento. Todo esto ha generado un aumento en las variables
de riesgos lo que nos les permiten mantenerse en sus viviendas.
El confinamiento ha interrumpido el
proceso educativo de los/las niños/as y de los jóvenes. La educación virtual,
se ha tenido que implementar en forma acelerada para que docentes y estudiantes
puedan capacitarse en nuevas tecnologías. Sin embargo, la brecha digital existente,
producto de la falta de implementación de recursos con fines pedagógicos, la
falta de preparación de los padres para colaborar con los niños en la educación
a distancia y las posibilidades de acceder a plataformas digitales con equipos adecuados
y conectividad necesaria para implementar esta virtualidad en la enseñanza y aprendizaje
han dificultado los objetivos de la educación virtual.
Ahora bien, en el desarrollo del
niño/a también se han visto consecuencias que han repercutido en los procesos
de socialización, la salud física, la falta de actividad física, el intercambio
de pares, las actividades extra muros no han sido cubiertas con la educación
virtual.
El plano familiar también ha sido
afectado. Los padres han tenido que asumir un rol permanente en el apoyo pedagógico,
instancias que en ocasiones no están preparados para participar en estos
procesos. Por otra parte, las tensiones al interior de las familias producto de
las crisis en la pareja, en las relaciones entre los padres y los hijos/as,
entre los hijos/as, genera un contexto poco ventajoso para mantener un ambiente
familiar que pueda sobrellevar las medidas de confinamiento (Rodríguez-Salazar
y Rodríguez – Morales, 2020). Ha habido un aumento considerable de consultas que
muestran, la necesidad de apoyo psicológico por parte de uno o de ambos
miembros de la pareja. Aquellas fisuras que aún no estaban resueltas se han
convertido en grietas que han terminado con relaciones de parejas, en ocasiones
con violencia donde los hijos/as han sido testigos de toda esta dinámica
acontecida al interior de los hogares.
La situación económica y el mercado
laboral, sin lugar a dudas, se ha visto impactada. La crisis en Chile y en
todos los países de la Región producto del COVID-19 ha sido de envergadura. Ha
habido una caída sin precedente de la ocupación, el aumento de la desocupación y
fuerza de trabajo, los cuales son algunos de los efectos que debe enfrentar el país
de cara a la recuperación (Bárcena 2020). Se pensó en algún momento que esta
crisis terminaría y que pronto se volvería a la normalidad y en consecuencia a
la recuperación de la economía; pero las cifras de contagios, las pérdidas de vidas,
nos hace pensar que aún falta para llegar a la normalidad. Las economías de los
países de la región, son muy diversas en término de necesidades económicas, pobreza,
salud, educación, economía, no obstante, en todos los países de la Región, esto
se ha convertido en una crisis de gran envergadura que necesita detenerse.
Todo este complejo escenario nos ha
afectado en nuestra vida personal. Para los adultos, el hogar se ha transformado
en teletrabajo, al verse impedido de acudir a sus lugares laborales habituales.
La inseguridad laboral, la pérdida de puestos de trabajo, el desempleo y la
disminución de ingresos, suponen diversas emociones que pueden afectar gravemente
a la persona, manifestándose en incertidumbre y un alto nivel a tiempo
completo, asumir responsabilidad de las tareas escolares y de las actividades
domésticas. Son diversas las emociones que hemos experimentado durante este
tiempo. La mayoría han sido desagradables, como el miedo, angustia,
frustración, pena, inseguridad, incertidumbre, preocupación, ira, desesperación,
culpabilidad, hostilidad, irritabilidad, ansiedad, abatimiento, confusión, y
muchas otras. Todas estas han sido frecuentes durante este tiempo, sin embargo,
cuando esto genera un estado emocional (más permanente), como cuadros de
angustia, ansiedad, depresión nos inmoviliza e interfiere en casi todas las
áreas personales. El confinamiento prolongado ha tenido consecuencias graves en
la salud mental de toda la población, incluidos los/las estudiantes pre-escolares y escolares (Larraguibel, Rojas, Halpern,
Montt, 2021).
La naturaleza humana ha tenido que dar
examen con los recursos que poseíamos. ¿Cómo nos ha ido? ¿Qué recursos, herramientas
y/o habilidades nos han permitido enfrentar esta prueba? ¿Cuáles son los recursos
que no nos han sido útiles? ¿Qué estamos aprendiendo y qué hemos aprendido? No
podemos ser simples espectadores de lo que estamos viviendo, es una buena instancia
para mirarse a sí mismo, desde los diversos roles, como ciudadano, en el/los rol (es) familiar, que nos conduzca a restructurarnos a
nuevas formas de relacionarnos con los demás y con nosotros mismos.
No hay ninguna duda de la labor que
han realizado el personal de salud. Pérez y Douvoba
(2020), describen muy bien los retos que han tenido que enfrentar, entre los
cuales identifican: la celeridad del avance de la pandemia y del caos inicial para
responder a la emergencia, expuestos a largas jornada de trabajo, riesgo de
infección, respondiendo a la angustia, fatiga, agotamiento, dilemas éticos que afectan
la integridad del profesional. Autores han definido esta descripción como el Síndrome
de Burnout que en estas circunstancias es frecuente que se manifieste,
caracterizado por un estado de agotamiento mental, emocional y físico que se
presenta como resultado de exigencias agobiantes, estrés crónico o insatisfacción
laboral. Un segundo desafío es la precariedad de los sistemas de salud, hay
escasez de personal de salud y falta de formación en competencias específicas para
abordar esta pandemia. Debido a la velocidad y aumento de pacientes, se han tenido
que tomar medidas urgentes e inmediatas como la capacitación a través de cursos
intensivos para profesionales de otras áreas para complementar la falta de
especialistas. El profesional de salud ha tenido que resolver dilemas éticos.
La toma de decisión en circunstancias del desbalance entre la oferta y la
demanda de los servicios de salud. El/la profesional debe enfrentar situaciones
que están fuera de su control y requieren además de fundamentos éticos para llevar
a cabo determinadas acciones Los/las docentes también han tenido que prepararse
para enfrentar esta pandemia. Son profesionales que podrían considerarse de segunda
línea. Después de cinco meses de enseñanza, un sondeo desarrollado por Elige
educar (2020) indica que el 77% de los maestros afirman estar estresado, un 87%
de los educadores padece agobio o tensión, un 83% sufre alteración del sueño,
un 72% tiene dificultad para disfrutar sus actividades diarias, un 67% siente
disminución de su felicidad y un 62% experimenta falta de concentración. Cifras
muy desalentadoras que muestran una realidad cruda y las consecuencias que esto
tiene en el sistema educativo.
Docentes a diario viven experiencias en
las cuales tienen que contener, escuchar, tranquilizar, y ser testigos de la
forma cómo funcionan los hogares de los alumnos/as. A través de sus clases se
han involucrado en la dinámica familiar, han sido testigos de la carencias y
desigualdades que existen en el sistema y han tenido, además, que buscar apoyo
entre sus compañeros o pedir ayuda profesional frente a las situaciones emocionales
que les toca vivir.
Son diversas dificultades producto de la
situación de emergencia sanitaria que deben enfrentar. En primer lugar, los profesores
no estaban preparados para la virtualización de la enseñanza, por lo que han
tenido que capacitarse en pocos días y se han encontrados con diversas
dificultades producto de la falta de recursos en algunos contextos sociales, problemas
de conectividad, falta de equipos de trabajos y la falta de asistencia
tecnológica en los hogares.
En segundo lugar, los/las profesores/as
han tenido que entregar apoyo psicosocial frente a las experiencias
socioemocionales de los alumnos/as. Los duelos de los/las estudiantes han sido
sucesos reiterados y el profesor desde su experiencia ha tenido que buscar
acciones específicas para contener a sus estudiantes. El proceso del duelo pasa
por distintas etapas: negación, ira, culpa, tristeza, aceptación de la pérdida.
No se trata de un proceso lineal es muy importante visualizar cada una de estas
fases porque la intervención es diferente en cada una. El/la docente debe hacer
frente a estas experiencias y necesita capacitarse en este tipo de estrategias
socioemocionales.
El tercer desafío y producto de los
cierres de las escuelas y centros educativos, los/las estudiantes se han visto
imposibilitados para relacionarse con sus compañeros, con el docente, con la escuela,
donde existe un entorno seguro y una instancia de crecimiento personal
permanente.
Las debilidades del sistema educativo han
venido manifestándose durante un largo tiempo, relacionadas con la desigualdad
y la inequidad del sistema, la falta de calidad de los procesos de enseñanza y
aprendizaje, la falta de autocuidado de la labor docente, la formación de profesores
no ha respondido a las demandas actuales del sistema, las dificultades en la
gestión en diversas instituciones escolares, entre otras.
Un estudio realizado por Morales y
Guzmán (2020), con una muestra de 400 profesores/as de diversos puntos del país
y de distintos niveles educativos, arroja que los principales problemas
existentes en su lugar de trabajo se relacionan con las áreas de convivencia e
inclusión con un 34%; problemas relacionados con la gestión directiva con un
39% y dificultades que se encuentran en la gestión pedagógica con un 27%. Con
relación a la gestión pedagógica, los principales problemas mencionados son el
clima de aula con un 62%, seguido por la falta de manejo de la disciplina con
un 58%, la falta de motivación de los estudiantes con un 43% y problemas en la
enseñanza con un 23%.
Respecto a la gestión directiva, los
resultados indican que las principales dificultades se relacionan con la falta
de comunicación en un 63%, falta de participación con un 62%, problemas de convivencia
en un 58%, clima en la organización con un 46%, falta de perfeccionamiento
focalizado 33%, falta de competencias del director con un 32% y resistencia a
las innovaciones con un 17%.
Se aprecia que sobre el 60% los
conflictos se relacionan con los problemas de convivencia y el clima de aula.
Esto nos lleva a reflexionar sobre las carencias que tienen los profesores y
directivos para manejar los conflictos al interior del sistema escolar. Por lo
cual, difícilmente, se puede resolver esta demanda educativa si no existen
formación sobre estrategias que nos lleve a generar cambios en el sistema
educativo.
El sistema requiere generar lineamientos
que nos conduzca a una educación emocional que involucre a los diferentes
actores con el propósito de alfabetizarnos en estas competencias. Es importante
sostener teóricamente, desde donde podemos desarrollar los fundamentos para proponer
una formación de competencias en el manejo de la educación emocional.
ANTECEDENTES
Al revisar la literatura, varios han sido
los autores que han entregado un aporte que permita buscar bases sólidas para
proponer una formación en la gestión socioemocional de los directivos y
profesores.
Delors (1996) propone cuatro pilares que
deben sostener la educación, entre los cuales menciona el aprender a convivir.
Denota la tensión que existe, donde por una parte se propone una educación que pueda
educar la no violencia, la resolución de conflictos y la interculturalidad y,
por otra parte, se vivencia un contexto educativo donde prevalece el espíritu competitivo,
el individualismo, el exitismo. Frente a este escenario propone que debemos descubrir
gradualmente al otro desde la diversidad, las similitudes y la
interdependencia, desde una actitud empática y, por otro lado, desarrollar
proyectos comunes en los cuales participen activamente los miembros de la
comunidad educativa.
Como menciona Scott (2015) la
colaboración es una competencia fundamental que se requiere potenciar en la
educación del siglo XXI. Se ha comprobado que no solo incrementa el rendimiento
académico, sino que incide en la autoestima y en el desarrollo de competencias
sociales (Johnson y Stanne, 2000). Sin embargo, para que
el aprendizaje colaborativo sea una realidad, se hace imprescindible generar cambios
en los planes de estudio, en la formación docente y en los entornos de
aprendizaje (Trilling y Fadel,
2009 citado en Scott, 2015). Los que claramente en el contexto de pandemia se
han visto afectados.
Otra fuente donde podemos fundamentar con
solidez, la necesidad de la formación socioemocional del líder educativo, es la
que nos plantea Leithwood y Jantzi
(2008). Comenta cuatro sendas del liderazgo, entre las cuales se encuentra la
emocional. Involucra la motivación de los/las profesores que tienen impacto
directo sobre la calidad de la enseñanza, el compromiso con la escuela, la retención
docente y el aprendizaje de los alumnos/as. El autor alude que para lograr estos
procesos el líder requiere destrezas de valoración social e inteligencia emocional.
Existen aspectos fundamentales que pueden ser determinantes para desarrollar esta
senda, como a eficacia del docente, el compromiso, la forma de afrontamiento
frente al estrés, la confianza, los estados de ánimos, etc.
Entre los factores que pueden condicionar
a los/las estudiantes para alcanzar logros de aprendizaje, se encuentran los
contornos en que se inserta el profesor como también su autoeficacia para
enfrentar las situaciones que generan un alto grado de complejidad en el
sistema educativo. Para que el conocimiento sea pertinente deberá considerar el
contexto para que adquiera sentido: lo global que significa la interacción entre
las partes, lo multidimensional y lo complejo de la realidad.
Desde la perspectiva de Morin (1999),
su aporte es también muy significativo para considerar una educación más integral.
Propone siete saberes, donde cada uno de los saberes toca en el individuo diversas
áreas las cuales son necesarias adoptar para desarrollar un ser más integro. La
dificultad actual de la educación es la distancia que existe entre los saberes,
que transmiten realidades desunidas, divididas y por otra parte la presencia de
realidades o problemas transversales, multidimensionales, globales,
transnacionales.
Existen diversas consecuencias emocionales
que influye en nuestras percepciones y la forma que vivimos la realidad. La ceguera
del conocimiento, en la cual necesitamos cierto grado de convivencia con las diferentes
ideas, poseer la capacidad de corregirnos frente a nuestros errores; enseñar la
condición humana que implica ser parte de una humanidad común y al mismo tiempo
reconocer nuestra diversidad; enseñar el sentido de pertenencia a nuestra
tierra considerando el desarrollo intelectual, afectivo y moral; enfrentar la
incertidumbre que se caracteriza por ser un sentimiento de preocupación, de desasosiego,
incluso de estrés, ligado a la inseguridad y al miedo.
La escuela nos ha formado en la
certidumbre, en las certezas. En palabras de Morín (1999) señala que existen núcleos
de certezas, los cuales son muy reducidos “...navegamos en un océano de
incertidumbres en el que hay algunos archipiélagos de certeza” (p.43). Enseñar la
comprensión interpersonal e intergrupal y la comprensión a escala planetaria. Señala
que existen diversos factores que interfieren para lograr la comprensión como
el egoísmo, el etnocentrismo, el sociocentrismo, esto
genera en la convivencia actitudes que estigmatizan a los diferentes grupos
usando adjetivos como “flojos”, “fanáticos”, “desadaptados”, “ladrones”, etc.
Lo que propone es abrirnos hacia la empatía, la tolerancia hacia las ideas, formas
variadas de pensamientos, abrirse y respetar la diversidad mientras no afecte
la condición humana.
Maturana (2003) nos entrega algunos
componentes esenciales para considerar en el sistema educativo. Su mirada, al
conceptualizar la dimensión humana, considera varios aspectos que son imprescindibles
para sustentar la educación, como, por ejemplo, el valor de la democracia.
Nos invita a reflexionar sobre la
relación entre el profesor(a) y el/la estudiante; desarrolla el área emocional como
un componente fundamental de la dimensión humana. Es a partir de la convivencia
del “ser” y el “hacer”, que se van moldeando e interfiere y condiciona en los
comportamientos de los estudiantes.
De acuerdo a Maturana (1999), son las
emociones las que moldean la ejecución de la inteligencia. Existen emociones tales
como la envidia, el miedo, la ambición y la competición que restringen la conducta
inteligente del ser humano debido a que limitan la visión y la atención. Considera
que el amor amplía la visión en la aceptación de sí mismo y del otro, a partir
de las condiciones en que se vive y extienden las posibilidades de un operar más
inteligente (Maturana, 1999).
Todo lo señalado anteriormente nos entrega
bases teóricas importantes para justificar la necesidad de generar una educación
emocional en el sistema escolar, la que considere al docente como mediador,
para lo cual será primordial el fomentar el desarrollo de la inteligencia
emocional del profesorado, lo que todavía no es reflejado en las mallas de formación
del profesorado (Costa, Palma y Salgado, 2021).
Existen otras fuentes que justifican una
educación emocional. Las situaciones vitales que experimentamos nos generan cierta
tensión emocional permanente que fluctúa entre la satisfacción y la
insatisfacción, entre las cuales se visualiza: La conciencia de nuestras
incoherencias en nuestro diario vivir, tensión que se produce en la triada del
pensar – sentir – y el actuar, generando complejos momentos en el plano
emocional y en la toma de decisiones. El fenómeno de la disonancia cognitiva que
alude a una tensión interna en nuestro sistema de creencias y emociones que
percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto,
o también por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias.
Vivencias personales cotidianas desagradables, producto de la falta de
estrategias que nos permitan filtrar la información, o situaciones de tristeza
producto de las pérdidas familiares acontecidas durante este tiempo, enfrentar
la incertidumbre, la incapacidad para controlar los acontecimientos que nos
ocurren, la repercusión que ha tenido sobre la inmediatez que estábamos
acostumbrado a experimentar en las decisiones de la vida, con respuestas tales como
“es posible”, “no lo sabemos”, “a lo mejor”, “podría ser”, etc.
El analfabetismo emocional, concepto
que surge desde Goleman (1998), referido a la incapacidad de ser consciente de
nuestras propias emociones., generando una incapacidad para comprender y
manejar las emociones, dificultad para comprender a los demás, reacción de
formas desmedidas frente a los problemas, rigidez en las habilidades sociales, falta
de asertividad, incapacidad de empatizar para crear lazos afectivos, características
que pueden generar consecuencias que interfieren en el desarrollo y la salud
mental de los individuos, como pensamientos polarizados, represión, narcisismo,
necesidad obsesiva por tener la razón, entre otras. En síntesis, comprende la falta
de recursos psicológicos y mecanismos emocionales que se requieren para regular
las emociones, lo que nos genera una alta vulnerabilidad en las relaciones
consigo mismo y con los demás.
Según Bisquerra (2001) la educación
emocional, comprende diversos factores, entre los cuales menciona los siguientes:
Conciencia emocional, regulación emocional, autonomía, habilidades sociales y
habilidades para la vida.
La Conciencia emocional,
se refiere a la capacidad de darse cuenta de los propios sentimientos y
emociones. Considera la posibilidad de vivenciar emociones múltiples, implica dar
nombres a las emociones, etiquetarlas, aumentando el vocabulario emocional adecuado
y pertinente a un contexto cultural para designar lo fenómenos emocionales. Implica
comprender lo que le ocurre al otro, percibir las emociones y sentimientos de
los demás, implicarse empáticamente en sus vivencias emocionales, incluye,
además darse cuenta de la interacción que existe entre emoción, cognición y
conducta.
Regulación emocional.
Da cuenta sobre la capacidad para manejar las emociones de manera adecuada
frente a los diversos estímulos. Implica poseer estrategias de afrontamiento y
la capacidad para autogenerar emociones. Implica la regulación de la
impulsividad (comportamientos de riesgo), ira, violencia; la tolerancia a la frustración
para prevenir estados emocionales inadecuados, (ira, estrés, ansiedad, depresión),
perseverar en el logro de los objetivos a pesar de las dificultades, la capacidad
para diferir recompensas inmediatas a favor de otras más a largo plazo, pero de
orden superior, apertura a nuevas ideas, la capacidad para afrontar y adaptarse
a los cambios.
Autonomía emocional.
Capacidad para pensar, sentir y tomar decisiones por sí mismo, asumiendo las
consecuencias de los propios actos y de estas decisiones. Implica sentir,
pensar y tomar decisiones, actitud positiva ante la vida, aporta seguridad y
estabilidad en una relación, analizar de manera crítica las normas sociales,
capacidad para buscar ayuda y autoeficacia emocional.
Habilidades sociales.
Se trata de repertorios de comportamientos que utilizamos para enfrentar
situaciones de la vida y establecer relaciones interpersonales. Las habilidades
sociales presentan un componente conductual (como la expresión facial, postura,
miradas, distancia física); componentes verbales; un componente cognitivo (estrategias
de codificación, expectativas) y un componente fisiológico (frecuencia cardiaca,
flujo sanguíneo) (Patricio, Maia y Bezarra, 2015)
Competencia para la vida.
Se trata de ofrecer recursos que ayuden al estudiante a organizar una vida sana
y equilibrada (Bisquerra 2003), superando las posibles insatisfacciones o
frustraciones. Incluye habilidades de organización (del tiempo, del ocio,
tareas cotidianas, etc.); la toma de decisiones, mantener buenas relaciones interpersonales
(comunicación, cooperación, colaboración, trabajo en equipo, resolución de conflictos
de la vida cotidiana, etc.), habilidades en la vida familiar, escolar y social,
actitud positiva ante la vida y la percepción positiva y disfrute del
bienestar.
Todas estas competencias se pueden
desarrollar en cualquier momento de la vida. Sin embargo, la escuela, asume un rol
importante en su desarrollo y específicamente, el profesor quien es un agente
fundamental de estos aprendizajes. La literatura se ha enfocado en el impacto
que ha tenido el desarrollo de las habilidades socioemocionales, especialmente en
estos años, pero aún son muy reducidas las estrategias que los docentes pueden
aplicar para estimular el desarrollo socioemocional de los estudiantes (Costa,
Palma y Salgado, 2021).
Desafíos del Líder
El escenario descrito en los párrafos
anteriores, nos invita a levantar algunos desafíos que el líder educativo debe atender
con urgencia, con el propósito de responder a las demandas que el contexto
social requiere. Son muchas las áreas que deben ser atendidas, sin embargo, no
centraremos en algunas de estas que necesitan con urgencia ser resueltas.
1. Autocuidado de los profesores/as.
Los estudios nos muestran que un 77%
de los/las docentes se encuentran estresados (Estudio realizado por la
Fundación Chile, 2020); señala que el 88% expresa que han trabajado más de su
jornada habitual; el 50% ha aumentado el consumo de fármacos; el 57% presenta
desgaste crónico y el 65,5% manifiesta que no ha recibido capacitación para el
uso de las TIC ́s.
Los/las profesores/as son profesionales
que presentan una probabilidad alto de riesgo de desarrollar estrés y desgaste
profesional, lo que ha aumentado en el tiempo de pandemia.
Según los datos recogidos por Robinet y Pérez (2020), expresan que, en los países de
Europa, América del Norte, América del Sur, encontraron altos niveles de estrés
en los profesores, donde la carga de trabajo, seguida de la salud familiar han
sido predominantes. En España, un reporte de la Central Sindical Independiente
y de funcionarios, en una muestra de 9.572 personas, encontraron que un 93%
sufre de estrés y desgaste emocional. En México, Colombia, Ecuador el
porcentaje también es alto donde los factores estresores se relacionan con lo
psicosocial y la estructura organizacional.
En diversas instituciones pertenecientes
al sistema educativo, se implementaron trabajos de emergencia a distancia sin
considerar condiciones básicas laborales, tales como conectividad, horarios de
trabajo, ausencia de capacitaciones. No es extraño que estos factores influyan
en el estado emocional de los/las docentes. Los factores que pueden generar enfermedades
laborales son múltiples, entre las cuales, mencionamos condiciones del trabajo,
sobre carga laboral, remuneraciones, ambientes laborales, falta de apoyo,
condiciones de infraestructura, extensos horarios laborales, lo que han aumentado
en las condiciones de emergencia que estamos viviendo. Según estos antecedentes,
no es casualidad que Chile tenga una de las tasas más altas de abandono docente
de la OCED, ya que el 40% de los profesores dejan el sistema antes de los
primeros 5 años de profesión (Valenzuela, 2003).
Por otra parte, las recomendaciones que
entregan las instituciones para afrontar esta crisis, no son las más asertivas,
debido a que muchas de ellas responden a consejos que responsabilizan al
docente para enfrentar con éxito este escenario, sin resolver los motivos
esenciales que contribuyen a su malestar (Cornejo, Araya, Parra y Vargas 2020).
Esto ha generado un peso bastante grande
en los docentes, muchas veces se genera el autosacrificio, debido a que tienden
a delegar parte de su tiempo libre para funciones relacionadas con su trabajo.
Algunos profesores generan un vínculo muy cercano con sus estudiantes, estando
comunicados por correo electrónico y/o por redes sociales incluso fines de
semana o fuera del horario de clases, lo que se ha intensificado durante la pandemia,
se sienten con la responsabilidad de estar siempre disponibles para sus estudiantes.
Como plantea Gilligan (1994), es necesario un equilibrio entre integridad y
cuidado, no parece extraño que siguiendo la línea del
autosacrificio, hoy en día existan profesores estresados con su trabajo, lo
difícil es, según los docentes, es lograr la separación entre tiempo para sí
mismos y para sus estudiantes y por otra parte, la dificultad que se les
presenta para desconectarse de su trabajo.
Debido a lo anterior, el autocuidado se
releva como una temática importante, que el profesorado no se sienta obligado a
descuidar la propia integridad ni sus derechos, el objetivo sería establecer un
equilibrio, sin dejar de lado que su labor siempre estará vinculada a otros.
El desafío debe orientarse a la búsqueda
de soluciones que tengan como foco, resolver aquellas condiciones determinantes
que generan estados de malestar docente, productos de un mal manejo del clima
laboral, sobrecarga de tareas, extensos horarios de trabajo y tantos otros
factores mencionados anteriormente. El gran desafío del líder es proteger la salud
mental del profesor, es fundamental que pueda escuchar al docente, sus expectativas,
las carencias que posee para realizar su labor, las alternativas que la
institución puede ofrecer y en general que se perciba por parte del docente la preocupación
por el recurso humano que debe priorizarse en todas las instituciones
educativas.
2. Formación del docente.
El escenario donde el/la profesor/a debe
desempeñarse ha cambiado producto de diversos componentes que han transformado el
rol docente. El aporte de las TIC ́S en el sistema educativo ha sido favorable
como un medio para alcanzar y acceder a los conocimientos que el mundo nos
ofrece. La herramienta informática nos ha permitido apropiarnos de la
información, crear destrezas de búsqueda, construir diversos tipos de saberes y
la oportunidad de acceder de forma inmediata al conocimiento.
Esta realidad nos conduce a
preguntarnos ¿cuál es el rol docente? ¿Cuáles son las habilidades que el profesor
debe desarrollar para responder a las nuevas demandas que exige el sistema
educativo? ¿La formación recibida durante su permanencia en la Universidad, ha
sido suficiente para enfrentar este nuevo escenario?, ¿cuáles son los recursos
con que dispone para desempeñar su labor? Éstas y otras interrogantes deben ser
atendidas en la búsqueda de soluciones que nos permita desarrollar nuestro
quehacer pedagógico.
La formación de los/las profesores/as en
las diversas universidades, con urgencia, deben reformular los planes de
estudios, los perfiles de egresos, los contenidos que debe el/la docente manejar
y las competencias pedagógicas que requieren poner en práctica para realizar la
función que le corresponde como docentes.
Tal como lo señala Fondo (2019), es
importante pensar la labor del docente como agente de cambio, y si consideramos
que la educación es un proceso formativo, el profesor debe tomar conciencia de
sus creencias e invitar a la reflexión que el cambio debe empezar por uno
mismo.
Hay competencias que durante la
formación en pedagogía deben lograrse. En primer lugar, es el conocimiento que el
pedagogo debe tener de lo que enseña. La estructura del campo de conocimiento lo
debe conocer, estar al día de los estudios de investigación de la materia o
disciplina que enseña. Lo que se ha investigado, lo que se está investigando y
lo que se debe investigar. El dominio de lo que enseña y el interés por los
contenidos, son condiciones esenciales para enseñar.
Un segundo aspecto, tiene que ver con
la forma con que vamos a entregar estos conocimientos, lo que se relaciona directamente
con la didáctica. Los estudios desarrollados han generados aportes significativos
para lograr aprendizajes en los estudiantes. Desde diversos planteamientos
producto de teorías constructivista, cognitivas, el aporte de las neurociencias,
han introducido en diversas épocas diversos conceptos tales como aprendizaje
significativo, aprendizaje por descubrimiento, aprender a aprender,
modificabilidad cognitiva, aplicación de diversas metodologías, aprendizaje basado
en problemas, trabajo cooperativo, diversas formas de evaluar los aprendizajes,
diseños de clase, uso de la tecnología como medio para el aprendizaje. Todos estos
responden al objetivo de que los/las estudiantes aprendan y ese aprendizaje sea
de calidad.
Sin embargo, han emanado otras
preocupaciones en el sistema que han repercutido en el rol docente. Se trata de
nuevas competencias que debe adquirir, para aceptar la diversidad, la inclusión
de diversos grupos minoritarios (antes eran excluidos del sistema), los temas de
migración, las formas de enfrentar la violencia en las escuelas, la educación socioemocional,
las carencias de apoyo pedagógico por parte de los/las profesores/as, los
climas en las organizaciones, las estrategias para la resolución de conflictos y
otros temas que el profesor diariamente debe enfrentar. Las respuestas a cada
uno de estos desafíos, implica una permanente capacitación para compensar las
carencias que los/las docentes tienen de su formación universitaria.En
síntesis, las competencias que debe alcanzar para responder a las demandas del
siglo XXI exige un/a docente creativo, innovador, con pensamiento crítico, que posea
la capacidad para resolver problemas, buen gestionador
de información, capacidad para el manejo de grupo y poseer diversas habilidades
comunicativas relacionadas con la capacidad de escucha, asertivo, motivador,
generar confianza con los demás, entre otras habilidades personales.
3. Manejo de los conflictos.
Los conflictos en el sistema educativo
son frecuentes. Son productos de diversos ámbitos que si no son resueltos afectan
a los individuos. Un conflicto es un proceso cognitivo, emocional en el que dos
o más individuos perciben metas incompatibles de su relación de
interdependencia y el deseo de resolver sus diferencias de poder (Montes, Rodríguez
y Serrano, 2014). Existe una relación muy estrecha entre el conflicto y la
emoción, esto valida la necesidad de una educación emocional en todo el
sistema, con el propósito de utilizar estrategias adecuadas que permita no sólo
afrontar adecuadamente los conflictos, sino que prevenirlos. Son productos de la
confrontación de ideas, intereses, principios entre personas, la insatisfacción,
desacuerdo o expectativas no alcanzadas, divergencias de intereses.
Existen modalidades que podrían ayudar
a los líderes a resolver los conflictos. Una de las técnicas que se propone contempla
cinco etapas: 1) Describir el problema 2) Clarificar las dimensiones del
conflicto, 3) Torbellino de ideas sobre posibles soluciones 4) Identificar las consecuencias
5) Seleccionar una solución satisfactoria para ambas o más personas
involucradas y 6) Seguimiento de la solución.
4. Trabajo cooperativo.
El trabajo colaborativo es un proceso
en el que la persona aprende a interactuar con los integrantes de un equipo,
quienes saben diferenciar y contrastar sus distintas miradas, lo que les
permite como producto un proceso de construcción de conocimiento. Es una excelente
instancia para trabajar las habilidades sociales y comunicativas, componentes
fundamentales del desarrollo emocional (Andrade y Santiesteban, 2019). En el
trabajo en equipo se puede desarrollar las habilidades relacionadas con la
interdependencia, la autonomía, las relaciones con los otros, la aceptación de
la diferencia, fomentar valores relacionadas con la responsabilidad, la
solidaridad, la empatía y el respeto.
La constitución de equipo implica
establecer las metas y objetivos de la tarea que debemos desarrollar, promover
la comunicación y el respeto entre los miembros del equipo. El líder debe
ejercer como guía y conductor de la actividad, estructurar el proceso en varias
fases, facilitar las herramientas de autoevaluación a los estudiantes, la
utilización de las TICS para la búsqueda de información, entre otras tareas.
5. Repensar los procesos evaluativos
Uno de los procesos más complejos en el
sistema educativo es evaluar los aprendizajes de los/las estudiantes. Las
preguntas claves que siempre han estado presentes cuando nos enfrentamos a la
evaluación son ¿qué evaluar? ¿Para qué evaluar? ¿Cómo evaluar? ¿Con qué evaluar?
El contexto durante estas últimas décadas ha cambiado. Es muy diferente evaluar
conocimientos que evaluar competencias; evaluar memoria que evaluar comprensión
de los contenidos.
Es un tema que genera muchas controversias
y que necesita ser analizado en el sistema educativo. Arribas (2017), propone
algunas consideraciones que permitirían alcanzar un aprendizaje de calidad,
entre las cuales menciona que la evaluación debe establecer objetivos bien
formulados, conocidos por todas aquellas personas que participan en el proceso,
definir los criterios de evaluación que sean válidos, en virtud de las
características psicométricas que deben considerarse en los instrumentos (que midan
lo que pretende medir, válidos y confiables), ofrecer retroalimentación en todo
el proceso, utilizar los resultados con carácter formativo y que no genere en
los sujetos evaluados, ansiedad, estrés, inseguridad, tensión emocional lo que
finalmente interfiere en la evaluación de los aprendizajes.
A MANERA DE CIERRE
La educación debe garantizar una
educación inclusiva y equitativa de calidad y promover oportunidades de
aprendizaje permanente para todos. Existen tres principios que respaldan este
objetivo fundamental: El primero es que la educación es un derecho humano fundamental
y un derecho habilitador y debe ser equitativa e inclusiva para que ningún
individuo sin importar sus antecedentes se prive de él. Lo segundo, la educación
es un bien público, cuyo principal garante es el estado y un tercer principio
es el vínculo entre igualdad, equidad y el derecho a la educación para todos es
ineludible (ONU, 2016).
Existen muchos otros desafíos que debe
enfrentar el líder. Sin embargo, sólo se mencionaron algunos de ellos, los cuales
de forma urgente nos invita a reflexionar e implementar acciones concretas para
enfrentar las situaciones críticas que estamos viviendo y proyectar una
transformación en los sistemas educativos.
La actual pandemia de COVID-19, nos ha
brindado lecciones valiosas de los docentes. Organismos internacionales han
valorado la actitud de ellos, donde han demostrado una capacidad de liderazgo e
innovación para asegurar que el aprendizaje nunca se detiene. Se ha trabajado
de forma individual y colectiva para encontrar soluciones, crear entornos
virtuales de aprendizaje para los estudiantes y los docentes han tenido que asumir
como contenedores de cargas emocionales de los alumnos(as), apoderado y de sus
propios colegas.
La experiencia acumulada por muchos docentes
pone en relieve la importancia en la centralidad de la persona, la visión de la
vida en su real magnitud, la necesidad de desarrollar no sólo el aspecto cognitivo,
sino el aspecto humano en su integridad, al considerar lo espiritual, lo
emocional, lo social y el mundo en que estos alumnos están insertados. El gran
desafío es preparar a niños/as y jóvenes en el desarrollo de las virtudes
humanas para afrontar las vicisitudes que debemos enfrentar.
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