Simbiosis. Revista de Educación y Psicología,
Volumen 1, No. 2, julio-diciembre 2021, ISSN-e: 2992-6904 Páginas 08- 16
Las cuidadoras primarias: Un cautiverio
silenciado
Primary
caregivers: A silenced captivity
Cuidadores primários:
Um cativeiro silenciado
Arely Angélica Delgado Armenta
aree.delgado@iztacala.unam.mx
https://orcid.org/0000-0001-7209-2934
Universidad Nacional Autónoma de México,
Facultad de Estudios Superiores Iztacala, Ciudad de México, México
Maricela Osorio Guzmán
maricela.osorio@iztacala.unam.mx
https://orcid.org/0000-0001-7798-5301
Universidad Nacional Autónoma de México,
Ciudad de México, México
I Artículo recibido en abril 2021 I Arbitrado
en mayo 2021 I Aceptado en junio 2021 I Publicado en julio 2021
https://doi.org/10.59993/simbiosis.v1i2.6
RESUMEN
En México, ante la prevalencia de enfermedades crónicas y dónde
las prácticas sanitarias se enfocan únicamente en el paciente, es relevante
describir la importancia del cuidador primario. Por ello, el objetivo del
presente es exponer desde los ejes de la Psicología de la salud y la perspectiva
de género, el riesgo al bienestar integral de mujeres que fungen como
cuidadoras primarias, dentro de los ámbitos hospitalarios, especialmente
enfocado en los cuidados de pacientes con enfermedades crónico-degenerativas.
Con el análisis realizado, se resalta un perfil de cuidadores predominante en
México: mujeres casadas con una edad entre 56 y 67 años, con un parentesco con
el paciente (esposa o hija) y con alguna enfermedad crónica. Lo anterior
permite conceptualizar la existencia de cierto confinamiento simbólico en el
que, social y culturalmente, se atribuyen a las mujeres roles estereotipados y
tareas específicas de cuidado, lo que conlleva repercusiones en su salud
integral. Ante la visualización de la problemática, se espera la generación de
cambios en las estructuras sociales, culturales y de salud.
Palabras clave:
Psicología de la salud; biopsicosocial; cuidadoras primarias; género;
cautiverios
ABSTRACT
This
article aims to show the health
issues of being a caregiver for a patient with
chronic partial-dependence disease, at hospital setting, from the Health
Psychology and the gender perspective. In addition, it explains
the caregiver syndrome and it ́s aftermath from the biopsychosocial model, showing the profile of
being a caregiver in Mexico, which is
to be a married woman, between ages from 56 to
67 years old, being a relative with the patient as a wife or as a daughter.
This study allows to understand
the idea of the existence of
a cultural and social jail, which
brings implications to the caregiver
́s health. Therefore, this work shows this situation for women, in order
to encourage social,
cultural and health system changes.
Keywords:
Health psychology; biopsychosocial; caregiver; gender; captivity
RESUMO
No México, dada a prevalência de doenças crônicas e onde as práticas de saúde se concentram exclusivamente no paciente, é relevante descrever a importância do cuidador
principal. Portanto, o objetivo
do presente é expor, a partir dos eixos
da Psicologia da Saúde e da
perspectiva de gênero, o risco ao
bem-estar integral das mulheres
que atuam como cuidadoras primárias,
dentro do ambiente hospitalar, especialmente voltado para o cuidado de pacientes com
doenças crônicas. doenças degenerativas. Com a análise realizada, destaca-se um
perfil predominante de cuidadores no México: mulheres
casadas com idade entre 56 e
67 anos, com vínculo com o paciente (esposa ou filha) e com alguma
doença crônica. O exposto permite conceituar a existência de um certo confinamento simbólico em
que, social e culturalmente, são
atribuídos às mulheres papéis estereotipados e tarefas específicas de
cuidado, o que repercute em sua saúde
integral. Diante da visualização
do problema, espera-se a geração de mudanças nas estruturas
sociais, culturais e de saúde.
Palavras-chave:
Psicologia da saúde; biopsicossocial; cuidadores primários;
Gênero sexual; cativeiros
INTRODUCCIÓN
En México, durante los últimos años,
el Sistema de Salud Nacional se ha enfocado en atender la aparición y
prevalencia de las enfermedades crónico-degenerativas, ya que los reportes de
la Encuesta Nacional sobre Salud y Envejecimiento indican que los padecimientos
que más afectan a la población de 50 años y más son: hipertensión arterial
(39.9%), diabetes mellitus (22.8%) y artritis (11.2%); teniendo como factor
asociado, la obesidad (ENASEM, 2018; en Instituto Nacional de Estadística y
Geografía, INEGI, 2020).
Aunado a lo anterior, datos de la
misma encuesta, exponen que el 11.2% de dicha población, tiene al menos una limitación
para realizar actividades de la vida cotidiana (caminar, bañarse, comer,
acostarse y levantarse de la cama, etc.); resaltando que, conforme la edad
avanza, cumplir con dichas actividades resulta cada vez más difícil.
Las enfermedades, conocidas como
enfermedades crónico-degenerativas, tienden a ser padecimientos de larga
duración, que pueden deteriorar la condición de salud del paciente; su origen
resulta de la combinación de factores genéticos, fisiológicos, ambientales y
conductuales (Organización Mundial de la Salud, 2018). A causa de estas variables,
relacionados con las conductas y estilos de vida de las personas, se contemplan
algunas medidas preventivas conceptualizadas como patógenos conductuales e inmunógenos
conductuales. Los primeros se refieren a las conductas que hacen al ser humano
susceptible a una enfermedad, por lo que buscan evitarse, algunos ejemplos
pueden ser fumar o beber alcohol. Los segundos, son considerados como conductas
que reducen el riesgo de contraer o desarrollar una enfermedad, entre ellas se encuentran
la alimentación saludable y la práctica del ejercicio (Oblitas, 2008).
Debido a la naturaleza de las enfermedades
crónico-degenerativas, y a su evolución en muchas ocasiones negativa, los
protocolos de tratamiento médico contemplados son los cuidados paliativos;
estos son entendidos según la OMS (1997, citado en Expósito, 2008) como: el
cuidado total y activo de los pacientes cuya enfermedad no responde al tratamiento
curativo y por tanto el control del dolor, de otros síntomas y de problemas
psicológicos, adquieren una importancia primordial, siendo el objetivo de los
mismos conseguir la máxima calidad de vida para los pacientes y sus familias.
En algunos casos y debido a las
condiciones individuales, dichas enfermedades causan la pérdida de la autonomía
física, sensorial, psicológica o intelectual de los pacientes; esto los imposibilita
para cumplir con actividades básicas de la vida cotidiana y en dichas
situaciones es necesario contar con una persona que brinde la atención y
cuidados necesarios; a ellos se les denomina cuidadores primarios.
Su papel es fundamental en el
tratamiento, bienestar y recuperación, por lo que dicho concepto es referido a
aquella persona que se encuentra siempre cerca del paciente (Ostiguín, Rivas, Vallejo, Crespo-Knopfler & Alvarado,
2012). Es quién brinda asistencia básica en todo momento y generalmente posee
un vínculo afectivo con el paciente, lo cual implica cambiar conductas y estilo
de vida para responsabilizarse por el cuidado y bienestar del enfermo (Yepes,
Arango, Salazar, Arango, Jaramillo, Mora & Posada, 2018).
A su vez, es considerado como uno de los miembros en la triada
paciente-cuidador-profesional de salud, debido a su relevancia al momento de la
toma de decisiones relacionadas al tratamiento de la enfermedad; incluso actúa
como parte del sistema de apoyo del paciente y como intermediario en la información
brindada a la familia de este (Lambert et al., 2013, citado en Sierra,
Martínez, Padilla & Fraga, 2020).
Sus participaciones ante el cuidado
son extensas y varían entre los casos, sin embargo, González (2019) ha enlistado
una serie de actividades que deben realizar los cuidadores primarios de
pacientes diagnosticadas con alguna enfermedad crónico-degenerativa; entre
dichas funciones se encuentran: manejar síntomas físicos, monitorear los efectos
secundarios de los tratamientos, administrar medicamentos, registrar el
progreso de la enfermedad, manejar los cambios conductuales del paciente, así
como el dolor experimentado, fomentar la adherencia al tratamiento, brindar apoyo
social, supervisar o elaborar los alimentos indicados, comprar insumos y
equipos necesarios, realizar la higiene del paciente y del hogar, tomar
decisiones respecto al tratamiento, así como realizar trámites hospitalarios,
entre muchas otras.
En ciertas ocasiones, este papel es desempeñado
por algún miembro de la familia y en otras situaciones, se acude al personal capacitado
para cumplir con las actividades/funciones descritas; por ello, se contemplan
dos tipos de cuidador, los formales y los informales. La diferencia entre ellos
radica en que, el primero de los mencionados, se caracteriza por realizar las
actividades relacionadas a los cuidados de la salud de determinado paciente,
siendo capacitado para ello, por lo que su trabajo es remunerado o
institucionalizado. Otros autores definen a los cuidadores primarios formales
(CPF) como miembros del equipo de salud, que se encuentran capacitados para brindar
el servicio profesional de cuidado, por lo que su acción es remunerada y está
establecida en un tiempo u horario determinado (Santiago, López y Lorenzo,
1999; Domínguez, Zavala, De la Cruz y Ramírez, 2008; Islas y Ramos, 2009;
citados en Villalobos, 2017).
Por otra parte, la Sociedad Americana de Cáncer (American Cancer Society, 2019, citada en
Sierra et al., 2020), considera que el cuidador primario informal (CPI) es la
persona que apoya a otra durante el proceso de enfermedad de una manera no remunerada
y sin un entrenamiento especializado. Navarro, Uriostegui,
Delgado y Sahagún (2017) coinciden con Ruiz y Moya (2012, citados en González,
2019) en definir al CPI como la persona que asume la responsabilidad del
cuidado no profesional del paciente, lo cual en ocasiones implica llevar a cabo
las actividades en el domicilio y con recursos propios, sin recibir retribución
económica por ello.
ANTECEDENTES
Debido a la cantidad de funciones
desempeñadas, diversos autores han realizado estudios para describir el tipo de
consecuencias a la salud que conlleva realizarlas; así, López, Urueta, Gómez y
Sánchez (2009, citados en Ostiguín et al., 2012)
mencionan que los cuidadores primarios pueden desarrollar alteraciones de tipo
físico, social o psicológico que afectan su estado de salud general. De hecho,
estas repercusiones se concentran en el denominado síndrome de cuidador
primario o enfermo secundario (Barrón y Alvarado, 2009, citados en Yepes et
al., 2018); el cual es entendido como, un conjunto de problemas físicos, mentales
y socioeconómicos que experimentan los cuidadores de enfermos crónicos y que
afecta a sus actividades de ocio, relaciones sociales, amistades, intimidad,
libertad y equilibrio personal. Esta sobrecarga, se ha clasificado en carga
objetiva, que es la cantidad de tiempo o dinero invertido en cuidados,
problemas conductuales del sujeto, etc.; y en carga subjetiva, que es la
percepción del cuidador de la repercusión emocional de las demandas o de los problemas
relacionados con el acto de cuidar (Bermúdez, Debrok,
Carballo, Paz y Brooks, 2016, citados en Arroyo, Arana, Garrido & Crespo,
2018; p. 214).
A pesar de ello, es común que los
servicios de salud centren y dirijan sus esfuerzos y atenciones solo en la persona
enferma, situando al cuidador en un segundo plano, y percibiéndolo únicamente
como un recurso para el paciente (Benjumea, 2007). Lo anterior, mantiene y propicia repercusiones en la salud del cuidador, las cuales dependerán
de condiciones como, el tipo de enfermedad, la edad, el género, el estado
civil, el estado de salud del propio cuidador y del paciente, la dinámica
familiar y sobre todo del nivel socioeconómico de los implicados.
Aunado a lo anterior, Arroyo et al. (2018), reportan que los
cuidadores primarios de pacientes en una fase avanzada de la enfermedad
requieren de una atención de salud psicológica inminente, debido a las
repercusiones de la actividad. De la misma manera, se reporta que, dentro de
las afectaciones psicológicas, más de la mitad, presentan sintomatología depresiva
leve, un cuarto de estos presentan sintomatología depresiva severa y un 40.7%
presentan sintomatología ansiosa (Rangel et al., 2013, citados en Sierra et
al., 2020).
En cuanto a la calidad de vida de los
cuidadores primarios, se reportan afectaciones en cuanto a la apariencia física
(73.6%), cambios en las emociones y conductas (81.9%), descanso y sueño
(68.5%), proyecto de vida (73.6%); además de presentar sintomatología física
(66.6%) y restricciones en la vida social (70.8%) (Expósito y Díaz, 2018).Por su
parte, considerando las variables edad y escolaridad de los cuidadores
primarios (CP) de adultos mayores, Cardona, Segura, Berbesí
y Agudelo (2013), reportan una mayor prevalencia del descrito síndrome, en
cuidadores con estudios de secundaria completa o inconclusa (39.5%) y en menor proporción
en cuidadores con estudios universitarios (5.3%). Además, en su estudio
encontraron que los cuidadores primarios (CP) que presentan el síndrome del
cuidador tienen en promedio 56.5 años y además se indica, que el 81.6% de
estos, son mujeres. Aunado a ello, se muestra que el mayor porcentaje de
cuidadores que presentan dicho síndrome, son amas de casa (73.7%). En relación con
estos últimos datos, diversos estudios en México han coincidido en reportar un perfil
de cuidadores, considerando como características más frecuentes, a personas del
sexo femenino, casadas, con una media de edad de entre 56 y 67 años, teniendo
un parentesco con el paciente de esposa o hija, y que por lo general no reciben
ayuda de otras personas (Ramírez y Aguilar, 2009, citados en Sierra et al.,
2020). Además, Rangel, Mendoza, Hernández, Cruz, Pérez y Gaytán (2017) conciben
como factores de riesgo la conjunción de tres variables, género-edad-pobreza.
Con respecto a la variable edad, las
investigaciones indican que esta va de entre los 55 y 60 años, con una máxima
de hasta 90 años (Rangel, et al., 2017); permitiendo entender que, en dicho
grupo de cuidadores, puede existir la presencia de padecimientos crónicos
personales. Junto con esta variable, se concibe la de pobreza; los autores
consideran que este grupo de mujeres no tiene la posibilidad de ingresar al
mercado laboral, debido a cuestiones de la oferta o de la edad. Lo cual impacta
significativamente en la salud y bienestar de los CPI, ya que los gastos para
el cuidado del paciente van aumentando, así como el estrés y la frustración,
ante el desempeño de las actividades de cuidado (Rangel et al., 2017).
Partiendo de lo anterior y tomando en
consideración los trabajos mencionados, donde se refiere que, quienes cumplen
con las actividades y funciones de cuidador primario informal son en su mayoría
mujeres (Ostiguín et al., 2012; Domínguez, 2017;
Sierra et al., 2020; Expósito y Díaz, 2018; Yepes et al., 2018), se considera
necesario en este escrito, hacer referencia a estas personas como cuidadoras
primarias.
Cuidadoras primarias
Debido a esta predominante
característica, la temática de las cuidadoras primarias debe ser abordada desde
una perspectiva de género, ya que esta teoría permite contemplar otros factores
que se suman a las complicaciones mencionadas, para resaltar la vulnerabilidad
a la salud y a la calidad de vida latente entre las cuidadoras primarias.
De acuerdo con Cala y Barberá (2009,
citados en García, 2020), la perspectiva de género trata de explicar las leyes
generales de comportamiento humano a partir de la diversidad existente en
factores biológicos, experienciales, sociales y culturales. Por su parte, la
Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres
(2018), considera que la perspectiva de género hace alusión a una herramienta
conceptual que busca mostrar que las diferencias entre mujeres y hombres se
dan, no sólo por su determinación biológica, sino también por las diferencias
culturales asignadas a los seres humanos.
Con base en lo anterior, Parir (2014,
citado en Domínguez, 2017), contempla la división sexual como un eje que
controla las actividades productivas (biológicas y económicas), así como a
quiénes las realizan, reforzando social y moralmente el papel subalterno
femenino en tareas a las que se demanda vocación y abnegación; particularmente,
en el campo de la salud y la educación.
Es de esta forma en la que se establece,
implícitamente, que las tareas de cuidado son exclusivamente femeninas, ya que
social y culturalmente se encuentran asociadas al espacio doméstico,
permitiendo justificar la responsabilidad de cuidado de manera casi exclusiva
en las mujeres, representando, como ya se expuso antes, un riesgo para su salud
física, psicológica y social” (Rangel et al., 2017); esto con base en la postura
social y cultural fundamentada en el sistema de creencias, valores y concepciones
relacionadas a ambos géneros.
Estas ideologías propician, un ejercicio de interiorización del
cuidado en las mujeres, quienes, a su vez, lo consideran como una competencia
de estricta responsabilidad personal, lo que les orilla a asumir la carga total
de cuidado, a no delegar responsabilidades sobre el mismo y a poner en riesgo su
propio autocuidado (Río del, García, Marcos, Entrena y Maroto, 2013; Achury,
Castaño, Gómez y Guevara, 2011; citados en Rangel et al., 2017).
De esta forma, parece que las mujeres
no tienen otra opción que convertirse en cuidadoras primarias de familiares que
han sido diagnosticados con alguna enfermedad crónica-degenerativa, lo cual permite
conceptualizar la presencia de cierto cautiverio, como los que describe Marcela
Lagarde (2005), en su obra Los cautiverios de las mujeres.
En ellos, se consideran ciertos
confinamientos reales y simbólicos, en los que habitan las mujeres debido a la
historia de sumisión y desvalorización hacia el género femenino como parte del mundo
patriarcal existente, que permea y persiste en la actualidad. Estos espacios
están completamente naturalizados y normalizados por la sociedad, por lo que en
ocasiones resultan invisibles para otros y para ellas mismas.
Como parte de las reflexiones
presentadas en la obra referida, se establecen algunos confinamientos como el
de las madres posas, prostitutas, monjas, presas y locas, que son determinados
por la relación de poder ejercido sobre las mujeres en diversas situaciones y además
se caracterizan por la privación de la libertad; la cual depende de la
situación particular de cada mujer, sin embargo, siempre estará presente, ya
que según la autora “todas las mujeres están cautivas, por el solo hecho de ser
mujeres en el mundo patriarcal” (Lagarde, 2005, p. 36). Cabe mencionar que también
debe considerarse el estado particular en el que cada mujer se encuentra, con
base en la cantidad y calidad de bienes reales y simbólicos que posee, ya que
determinadas características propiciarán comprender el nivel de vulnerabilidad
que está presente en los ámbitos en los que se desenvuelve, creando una forma
específica de sobrevivir en la sociedad.
Así entonces, dicha condición existe, a partir del sistema de
valores concebido en la sociedad mexicana, en el que se estimula y decreta a la
mujer, a elegir un determinado comportamiento, culturalmente aprobado, para desarrollarse
dentro de la misma. De esta forma, se condiciona su libertad de decisión, delimitando
las pautas de actuación, con base en las características propias del género,
dentro de cautiverios establecidos; por lo que las concepciones culturales y
sociales, propician la creación de un confinamiento destinado a las cuidadoras
primarias.
Este confinamiento, como los anteriores,
está caracterizado por la relación implícita establecida entre los géneros y
las actividades culturales aunadas a ellos, sin embargo, en este caso, además
de contemplarse las funciones requeridas para el cuidado de un paciente con
alguna enfermedad crónico-degenerativa, se suman las actividades y los ámbitos
en los que la mujer participa, sumado a características particulares que
dependen de su nivel socioeconómico, el número de hijos que tiene, el género de
estos, el nivel de estudios, el trabajo que realiza, e incluso variables como
el tono de su piel, altura, peso, la relación que mantiene con otros, etc.
Con ello, se puede entender que la
particularidad de cada situación orilla a la mujer a desempeñar actividades y
tareas demandadas e impuestas por los otros, dentro de los contextos en los que
se desenvuelve, esperando por parte de los demás y de ella misma, el
cumplimento con éxito en cada una de las tareas requeridas.
De esta forma, se comprende que el
síndrome del cuidador primario no solo hace referencia a la reacción de la persona
por la demanda de las actividades solicitadas en el espacio hospitalario y
fuera del mismo, sino también en todos los demás espacios en donde ellas deben
cumplir con actividades, entendidas socialmente como femeninas.
Estas consideraciones permiten visualizar,
cómo es que el cautiverio de las cuidadoras primarias y el síndrome del cuidador
primario, se encuentran íntimamente relacionados con los tres ejes del modelo
biopsicosocial, transgrediendo la salud de cada fémina, en cada área referida;
por lo que su atención y/o tratamiento justamente debe priorizarse de esta
manera. La consideración de dicho modelo, para la atención de la salud de los
pacientes, fue propuesta en 1977 por Engel (Borrell y Carrió, 2002) y con él es
posible comprender la ocurrencia, prevalencia y tratamiento de las distintas enfermedades
a partir de factores psicológicos y sociales, que no habían sido considerados
anteriormente. La causa de su reciente uso se debe a que anteriormente
predominaban el enfoque biomédico, el cual tiende a ignorar las particularidades
de los sexos, tomando mayormente en cuenta las experiencias masculinas (Cerón,
Sánchez, Robledo, Río del, Pedrosa, Reyes, Cerón, Ordaz & Olaiz, 2006).
En este punto, es entendible, que
atravesar por un proceso de salud-enfermedad es sumamente complicado para el
paciente, pero de igual forma lo es para la cuidadora; ya que ella también
funge como apoyo social del enfermo, y para ello, cabe preguntarse quién o
quiénes son el apoyo social de ella, que también se encuentran dentro proceso
salud- enfermedad.
CONCLUSIONES
Es desmotivador saber que en el mundo
aún persiste una ideología en donde se ve a la mujer al servicio de los otros,
a causa de las relaciones de poder y sometimiento. Estas concepciones relacionadas
a los deberes de las mujeres y de los hombres, que yacen implícitos en las prácticas
socioculturales, propician un ejercicio de interiorización, de qué la responsabilidad
del cuidado de los otros les corresponde solamente a las féminas, permitiendo
así la perpetuación del rol.
Por ello, es relevante realizar un análisis
desde una perspectiva de género, ya que este posibilita comprender que las
distinciones entre los géneros no se remiten ni están determinadas por las
características del sexo biológico; por el contrario, se relacionan a la serie
de concepciones e ideologías que los seres humanos les asocian. Es por esta
causa, que se le incentiva al lector a reflexionar acerca de sus prácticas
cotidianas, ya que, en el entendido de que hombres y mujeres como participantes
y a su vez creadores de la sociedad, son agentes de cambio de la misma es
posible que cómo tales, pueden modificar los significados asociados a ambos
sexos, propiciando así un cambio en la concepción de ambos géneros.
A pesar de que en nuestro país la
Secretaría de Salud ha prestado especial interés en promover la integración de
la perspectiva de género en las políticas y acciones de dicho sistema, a través
de programas e investigaciones, debido a los sesgos de género presentes en la
práctica sanitaria, también se requiere, la transformación de ideologías, las
cuales dependen de la implementación de acciones, desde el nivel individual,
hasta el nivel social que contemple al círculo familiar, a la comunidad y al
sistema de salud pública, para generar cambios a nivel colectivo, en beneficio
de la salud y el bienestar de todos y todas, considerando una equidad de tareas
entre ambos géneros.
REFERENCIAS
Arroyo, P. E., Arana, R. A., Garrido, B. R. y Crespo, M. R.
(2018). Análisis de la sobrecarga del cuidador del paciente en diálisis.
Enfermería Nefrológica, 21(3), 213-223. Recuperado de
https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=359859390002
Benjumea, C. C. (2007). El cuidado del otro: Desafíos y posibilidades.
Investigación y Educación en Enfermería, 25(1), pp. 106-112. Recuperado de
https://www.redalyc.org/pdf/1052/105215404012.pdf
Borrell y Carrió, F. (febrero, 2002). El modelo biopsicosocial en
evolución. 119(5), 175-179. Recuperado de https://doi.org/10.1016/S0025-7753(02)73355-1.
Cardona, D., Segura, A., Berberí, D. y Agueldo,
M. (febrero, 2013). Prevalencia y factores asociados al síndrome de sobrecarga del
cuidador primario de ancianos. Rev. Fac. Nac. Salud Pública, 31(1), 30-39. Recuperado de http://www.scielo.org.co/pdf/rfnsp/v31n1/v31n1a04.pdf
Cerón, M. P., Sánchez C. C., Robledo V. C., Río del, Z. A.,
Pedrosa, I. L., Reyes Z. H. Cerón, M. B., Ordaza, H.
G. y Olaiz, F. G. (2006). Aplicación de la perspectiva de género en artículos publicados
en cuatro revistas nacionales de salud, México, 2000-2003. Salud Pública de México,
48(4), 332-340. Recuperado de https://www.medigraphic.com/pdfs/salpubmex/sal-2006/sal064h.pdf
Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra
las Mujeres (22 de noviembre de 2018). ¿Qué es la perspectiva de género y por
qué es necesario implementarla? [Mensaje en un blog]. Recuperado de
https://www.gob.mx/conavim/articulos/que-es-la-perspectiva-de-genero-y-por-que-es-necesario-implementarla
Domínguez, M. A. (2017). Los cuidados de la salud en personas que
viven con diabetes: enfoque etnográfico antropológico y perspectiva de género. Salud
Colectiva, 13(3), 375-390. Recuperado de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=731/73157095003
Expósito, C. Y. (2008). La calidad de vida en los cuidadores
primarios de pacientes con cáncer. Revista Habanera de Ciencias Médicas, 7(3).
Recuperado de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=180418872004.
Expósito, C. Y. y Díaz, M. D. (2018). Calidad de vida de cuidadores
primarios de mujeres con cáncer de mama avanzado. Salus,
22(2), 9-13. Recuperado de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=375964034003.
García, M. L. (2020). Masculinidad y salud desde una perspectiva
de género. (TESINA, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios
Superiores Iztacala, México). Recuperado de https://tesiunam.dgb.unam.mx/F/8EUUH9X2MLFIA1R8BGS3GEECKX6A7YR28MNYRQ3B1RQEA3UUIB-15217?func=find-b&local_
González, A. L. (2019). Impacto de la psicoeducación en cuidadores
de pacientes con cáncer de mama sometidas a quimioterapia. (Tesis de licenciatura,
Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Estudios Superiores Iztacala,
México). Recuperado de https://tesiunam.dgb.unam.mx/F/8EUUH9X2MLFIA1R8BGS3GEECKX6A7YR28MNYRQ3B1RQEA3UUIB-18267?func=find-b&local_
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2020).
Estadísticas a propósito del día mundial contra la obesidad (12 de noviembre). (Comunicado
de prensa No. 528/20). Recuperado de
https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2020/EAP_Obesidad20.pdf
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2020). Estadísticas
a propósito del día mundial de la población (11 de julio) Datos nacionales. (Comunicado
de prensa No. 302/20). Recuperado de https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/aproposito/2020/Poblacion2020_Nal.pdf
Instituto Nacional de Estadística y Geografía. (2020). El INEGI presenta
resultados de la quinta edición de la encuesta nacional de salud y envejecimiento.
(Comunicado de prensa No. 450/20). Recuperado de https://www.inegi.org.mx/contenidos/saladeprensa/boletines/2020/ENASEM/Enasem_Nal20.pdf
Lagarde, M. (2005). Los cautiverios de las mujeres:madresposas, monjas, putas, presas y locas.
Universidad Nacional Autónoma de México
Navarro, S. C., Uriostegui, E. L.,
Delgado, Q. E. y Sahagún, C. M. (2017). Depresión y sobrecarga en cuidadores
primarios de pacientes geriátricos con dependencia física de la UMF 171.
Revista Médica del Instituto Mexicano del Seguro Social, 55(1), 25-31. Recuperado
de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=457749297013.
Oblitas, L. A. (2008). El estado del arte de la Psicología de la Salud.
Revista de Psicología, 26(2), 219-256. Recuperado de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=337829507002
Organización Mundial de la Salud. (junio, 2018). Enfermedades no transmisibles.
Recuperado de https://www.who.int/es/news-room/fact-sheets/detail/noncommunicable-diseases
Ostiguín,
R. M., Rivas, H. J., Vallejo, A. M., Crespo-Knopfler, S., y Alvarado, A. S.
(2012). Habilidades del cuidador primario de mujeres mastectomizadas.
Investigación y Educación en Enfermería, 30(1), 9-17. Recuperado de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=1052/105224287002
Rangel, F. Y., Mendoza, H. A., Hernández, I. L., Cruz. O. M.,
Pérez, R., y Gaytán, H. D. (2017). Aportes del enfoque de género en la investigación
de cuidadores primarios de personas dependientes. Index
de Enfermería,26(3), 157-161. Recuperado de http://scielo.isciii.es/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1132-12962017000200008&lng=es&tlng=es
Sierra, M. M., Martínez, B. A., Padilla, R. A., y Fraga, S. J. M.
(2020). Relación entre necesidades no satisfechas y sintomatología emocional en
cuidadores de pacientes oncológicos. Psicología Iberoamericana, 28(1). Recuperado
de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=133963198005
Soto-Estrada, G., Moreno-Altamirano, L. y Pahua, D. D. (2016).
Panorama Epidemiológico de México, principales causas de mortalidad y morbilidad.
Revista de la Facultad de Medicina de la UNAM, 59(6), pp. 8-22. Recuperado de http://www.scielo.org.mx/pdf/facmed/v59n6/2448-4865-facmed-59-06-8.pdf.
Villalobos, O. M. (2017). Frecuencia del síndrome de sobrecarga
del cuidador primario en el Centro de Atención Social a la Salud de las y los
Adultos Mayores (CASSAAM). (Tesis de Especialidad, Universidad Nacional Autónoma
de México). Recuperado de https://tesiunam.dgb.unam.mx/F/8EUUH9X2MLFIA1R8BGS3GEECKX6A7YR28MNYRQ3B1RQEA3UUIB-35898?func=find-b&local_
Yepes, C., Arango, A., Salazar, A., Arango, E., Jaramillo, A.,
Mora, J., y Posada I. (2018). El oficio de cuidar a otro: “cuando mi cuerpo
está aquí pero mi mente en otro lado”. Revista Ciencias de la Salud,16(2),
294-310. Recuperado de https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=56255527008