Simbiosis. Revista de Educación
y Psicología, Volumen 4, No. 7, enero-junio 2024, ISSN-e: 2992-6904,
Páginas 21 - 30
Violencia intrafamiliar y convivencia con el agresor: Percepciones de
los estudiantes de Trabajo Social
Domestic violence and coexistence with the aggressor:
Perceptions of Social Work students
Violência doméstica e convivência
com o agressor: Percepções de estudantes de Serviço Social
Bacilia Rosario Luizaga Patiño https://orcid.org/0009-0003-7383-6976 Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba, Bolivia |
Michelle Brenda Castro Ramírez https://orcid.org/0009-0003-2831-2671 Universidad Mayor de San Simón, Cochabamba, Bolivia |
Recibido: 04 de agosto 2023 | Arbitrado: 01 de septiembre 2023 |
Aceptado: 25 de octubre 2023 | Publicado: 02 de enero 2024
https://doi.org/10.59993/simbiosis.v4i7.36
RESUMEN
En la actualidad, un importante número de personas, a
nivel mundial y particularmente en Bolivia, están atravesando por problemas de
la violencia intrafamiliar. Por ello, debe ser estudiado desde la carrera de
Trabajo Social, tomando en cuenta que los profesionales de esta área también
han podido ser víctimas de este tipo de violencia. En tal sentido, se planteó
como objetivo analizar las percepciones sobre la violencia intrafamiliar y la
convivencia con un agresor, de estudiantes hombres y mujeres que estudian en la
Carrera de Trabajo Social, en la Universidad Mayor de San Simón. Para ello se
diseñó una investigación cualitativa a través de grupos focales y entrevistas
no estructuradas a 27 estudiantes en la mencionada carrera. Esto dio como
resultado el poder definir el perfil de agresor en la familia y las acciones.
Se concluye que es importante que se pueda ir deconstruyendo
la perspectiva de la violencia, para así poder empezar a eliminar los
estereotipos.
Palabras
clave: Violencia intrafamiliar; Trabajo Social; Agresividad;
Universidad Mayor de San Simón; Bolivia
ABSTRACT
Currently, a significant
number of people, worldwide and particularly in Bolivia, are experiencing
problems of domestic violence. Therefore, it must be studied from the Social
Work degree, taking into account that professionals in this area have also been
victims of this type of violence. In this sense, the objective was to analyze
the perceptions about domestic violence and living with an aggressor, of male
and female students studying in the Social Work Program, at the Universidad
Mayor de San Simón. For this purpose, a qualitative
investigation was designed through focus groups and unstructured interviews
with 27 students in the aforementioned career. This resulted in being able to
define the profile of the aggressor in the family and the actions. It is
concluded that it is important that the perspective of violence can be
deconstructed, in order to begin to eliminate stereotypes.
Keywords: Domestic violence; Social Work;
Aggressiveness; Universidad Mayor de San Simón;
Bolivia
RESUMO
Atualmente, um número significativo de pessoas, em
todo o mundo e particularmente na Bolívia, enfrenta problemas de violência
doméstica. Portanto, deve ser estudado desde o curso de Serviço Social, levando
em consideração que os profissionais dessa área também já foram vítimas desse
tipo de violência. Neste sentido, objetivou-se analisar as percepções sobre a
violência doméstica e a convivência com o agressor, de estudantes e estudantes
do Programa de Serviço Social da Universidade Mayor de San Simón.
Para tanto, foi desenhada uma investigação qualitativa por meio de grupos
focais e entrevistas não estruturadas com 27 estudantes da referida carreira.
Isso resultou em poder definir o perfil do agressor na família e nas ações.
Conclui-se que é importante que a perspectiva da violência possa ser
desconstruída, para começar a eliminar estereótipos.
Palavras-chave:
Violência Doméstica; Serviço Social; Agressividade;
Universidade Prefeita de San Simón; Bolívia
INTRODUCCIÓN
En la actualidad, un importante número de
personas, no sólo los bolivianos, están atravesando por el grave problema de la
violencia intrafamiliar. Este se ha incrementado a nivel mundial y es un
aspecto a considerar como política pública dado los datos alarmantes en cuanto
al volumen de casos denunciados, particularmente los denominados feminicidios
que hoy se observan en las noticias diariamente. Por ello, es un fenómeno que
debe ser estudiado desde la carrera de Trabajo Social, tomando en cuenta que
los profesionales de esta área también han podido ser víctimas de la violencia intrafamiliar.
Los casos de violencia de género y violencia
intrafamiliar están siendo, lastimosamente, cada vez más frecuentes,
posiblemente debido al encierro que provocó la pandemia. Según algunas
investigaciones las mujeres “declaran que el agresor no controlaba sus
impulsos, culpaban a su pareja de sus problemas. Evitaban que ella
trabaje/estudie y se irritaban con facilidad cuando ella le pone límites”
(Fernández et al., 2019, p. 125). Por ello, la presente investigación se planteó
como objetivo general Analizar las percepciones sobre la violencia
intrafamiliar y la convivencia con un agresor, de estudiantes hombres y mujeres
que estudian en la Carrera de Trabajo Social, en la Universidad Mayor de San
Simón.
En tal sentido, la violencia intrafamiliar se
desarrolla en diferentes contextos y dependiendo de varios factores. Esto
ocurre debido a que las familias tienen una composición compleja, lo cual lo
lleva a desarrollarse en diferentes tipos. De acuerdo al documento de Comisión
de Derechos Humanos México (2018), las familias se clasifican en: Nuclear sin
hijos, Nuclear monoparental con hijas(os), Nuclear biparental, Ampliada o
extensa, Compuesta, Ensamblada, Homoparental y Heteroparental.
Asimismo, Herrera (2000) desarrolla que la familia
representa el espacio primario para la socialización de sus miembros. Por lo
tanto, este es el lugar donde se lleva a cabo la transmisión de los sistemas de
normas y valores que rigen a los individuos y a la sociedad. Por lo cual, desde
muy temprano, la familia incide en el sistema de diferenciación de valores y
normas entre ambos sexos, asentando así tanto la identidad como el rol de
género. De esta forma, las reglas sociales definen de manera clara las
expectativas relacionadas con los roles que las personas deben asumir.
Con respecto a lo anterior, el contexto
familiar refuerza la diferenciación sistemática, con la asignación de
actividades diferentes a niños y a niñas. Bajo este esquema, a las niñas se les
destinan aquellas relacionadas con el hogar, servir, atender a otros. Por otro
lado, que a los niños se designan actividades de competencia que les permiten
ejercer posiciones de poder sobre el medio externo. Esta asignación se
establece como una forma muy importante de delimitar las normas de comportamiento
y dejando claras las expectativas sociales hacia cada sexo (Herrera, 2000).
Sin embargo, el respeto se determina uno de los
valores que influyen fuertemente en la convivencia, especialmente la familiar
(Pérez, 2019). Con respecto a ello, Pérez determina que el respeto es un
concepto que engloba la capacidad de valorar y honrar a otra persona, tanto sus
palabras como sus acciones a pesar de las diferencias.
No obstante, debido a la falta de respeto,
igualdad y a otros factores, muchas parejas caen un estado vulnerable. Por esta
razón, los datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en
los Hogares (ENDIREH) (2003) demostraron que las mujeres casadas o unidas de 15
años y más que no viven situaciones de violencia, 42.5% considera que “una
buena esposa debe obedecer a su pareja en todo lo que él ordene”. Esto hace
contraste con el hecho de que el porcentaje se reduce a 35.9% entre las mujeres
que viven situaciones de violencia. El ejemplo anterior vincula que la
obediencia hacia el esposo genera menos violencia en la pareja, por lo cual,
los estereotipos de género continúan vigentes en buena parte de la población
femenina.
En cuanto a la violencia Intrafamiliar, Mayor y
Salazar (2019) determinan que esta se considera una categoría más amplia.
Específicamente, esta se refiere al abuso sexual, físico y/o psicológico que
ocurre entre padres, hijos y padres y entre hermanos. Estas agresiones tienen
las mujeres son el blanco de las agresiones, siendo el hogar donde existe mayor
riesgo para que se presente esta violencia.
Desde otra perspectiva, Quiñonez et al. (2011)
aclara que todas estas formas de violencia pueden ser ejercidas por cualquier
miembro de la familia independientemente de su edad, raza o sexo, pudiendo ser
a la vez agente o víctima de la violencia. Asimismo, las tendencias de la o el
agresor tienden a ser replicadas dentro de las familias que están atravesando
por una serie de acciones determinadas como violencia intrafamiliar, que están
demostradas a través de un proceso biológico (Herrera, 2000).
Además, diferentes estudios han logrado
analizar el perfil que tiene un agresor de esta violencia. Específicamente, de
acuerdo a Castellano Arroyo, et al., (2004), el perfil del agresor presenta
ocho diferentes características: Inestabilidad emocional, Dominancia,
Impulsividad y agresividad, afección emocional, Suspicacia, Alta conflictividad
consigo mismo y Alto nivel de ansiedad. Sin embargo, en otros casos, baja
afectividad, frialdad y alejamiento, alta autoestima, orgullo, dominancia,
impulsividad, agresividad y alto nivel de ansiedad, son también una combinación
que puede generar agresiones físicas importantes.
Por otra parte, el espacio familiar puede
representar el productor, reproductor y retroalimentador
constante de diversas prácticas violentas. Esto se manifiesta principalmente en
actitudes de abuso de autoridad, rechazo, silenciamiento, exclusión,
preferencias, maltrato físico y psicológico, abuso sexual e irrespeto a la
intimidad de los niños, niñas y adolescentes, desconociendo y/o evitando el
reconocimiento de los derechos de la infancia y adolescencia, como modus operandis o justificativo personal frente al abuso
(FORENSIS, 2018).
En cuanto a este tema, la FORENSIS (2018)
declara, en las víctimas de maltrato, los grados extremos de ultraje repercuten
negativamente en el nivel de seguridad, confianza y estabilidad de cada
miembro. Por lo tanto, muchos se repliquen en su mundo interno y establezcan
una resistencia pasiva, como medida de protección frente a eventuales agresiones
mayores.
Otro de los aspectos que resalta la FORENSIS
(2018) es que frecuentemente el menor maltratado busque refugio en actividades
riesgosas, dañinas y/o mortales. Entre ellas, se incluyen conductas criminales,
reconocimiento en grupos armados, protección en el consumo de sustancias
psicoactivas, o que otros piensen en el suicidio como una válvula de escape
ante la alienación progresiva de su entorno familiar.
Asimismo, el consumo de alcohol puede
representar un papel muy importante en cuanto a la violencia intrafamiliar.
Ante esto, Hernández et al. (2014) argumenta que este fenómeno se relaciona con
la presencia de ira elevada con consumo de alcohol y agresividad en los hombres
que agreden a sus parejas.
Por esta razón, el autor establece que los hombres
que ejercen violencia contra sus parejas y que presentan un nivel de ira
elevado son más propensos a reaccionar con agresividad cuando consumen alcohol.
Ante lo cual, se considera que el alcohol incrementa o exacerba la violencia,
produciéndose episodios de mayor intensidad de esta cuando se consume alcohol
que cuando no se consume. Como último detalle, Hernández afirma que el alcohol
está relacionado con el 40% al 60% de los casos de violencia hacia la pareja.
Por otro lado, una gran parte de estos sucesos
son basados en el contexto causal de la violencia contra la mujer. Sin embargo,
Boileau (citada en Gamiño,
2018) asegura que los niveles de tolerancia social ante este fenómeno
dificultan la identificación de un problema como delito y facilitan su
permutación del mismo. Por lo tanto, las costumbres, los roles de género y las
construcciones sociales han legitimado ciertas características de la violencia
contra la mujer haciéndolas parecer normales, cotidianas y aceptables.
Bajo este contexto, el silencio y la
resignación definen el resultado de un matrimonio. No obstantes, aquellas que
pasan más tiempo en estos matrimonios tienen más dificultades que aquellas de
otras víctimas más jóvenes. Por lo cual, estas son las que más violencia física
sufren, a pesar de que el maltrato psicológico sea el que se encuentra más
presente. Específicamente, la edad, la dependencia y el vivir en el medio rural
acentúan los casos.
Como resultado, casi un 20% de estas mujeres
han sufrido esta violencia en Aragón en algún momento de su vida. Asimismo,
este suceso deja graves secuelas en la autoestima, señala Salvo. Algunas de sus
manifestaciones pueden ser: el control, los celos, la posesión, las amenazas de
muerte para generar temor y miedo y la agresividad en el lenguaje y la falta de
cuidados por parte del agresor son. (Atienza, 2019)
Por consiguiente, las tendencias o rasgos de
personalidad de la víctima, unidos a las creencias erróneas o distorsionadas
adquiridas a lo largo de la vida, hacen que la persona se llegue a sentir sola,
desamparada o abandonada. De esta forma, el individuo afectado busca refugio en
la compañía, siendo el escape inmediato a esas emociones. (Franco, 2021)
Como consecuencia, la persona tiende a crear
vínculos afectivos impulsivos y con poca exigencia o con criterios muy frágiles
para evitar estas sensaciones. Ante esta perspectiva, la afectada elige su
pareja para sentir más seguridad o para callar ese temor a la soledad o temor
al abandono; lo cual se mantiene en los momentos de crisis por los mismos
motivos. (Franco, 2021)
Con respecto al bienestar de las víctimas,
Franco (2021) determina que estas situaciones las impiden mejorar por las
dificultades emocionales que subyacen en la relación de pareja. Estas
dificultades pueden manifestarse en características como la baja autoestima, lo
cual hace que las relaciones se mantengan en base a la dependencia emocional
más que al desarrollo y el crecimiento personal.
Bajo la perspectiva de Alcolea (2021), el miedo
a la ruptura en algunos casos tiene a crecer y a desarrollarse
considerablemente, llegando a formarse una especie de fobia, tal es el caso de
la Anuptafobia, considerado el miedo a estar sin
pareja. Por lo cual, las personas que padecen esta fobia centran su vida en
encontrar pareja. Por esta razón, todo lo que hacen tiene como objetivo conocer
a alguien con quién iniciar una relación. De esta forma, su mundo se reduce a
la búsqueda de pareja, sintiendo una gran frustración cuando no lo consiguen.
Sin embargo, estos no son los únicos aspectos
que padecen las víctimas de violencia física. Según Alcolea (2021), las
víctimas presentan los siguientes aspectos: la carencia de objetivos de vida,
una cantidad de envidia sin razón, la aparición de pensamientos destructivos,
paranoia sobre el estado de las relaciones y la posibilidad de estar en
situaciones de riesgo. Adicionalmente, otro problema que afecta esta situación
es que las agredidas, en su gran mayoría, no denuncian la violencia y menos
acuden a los hospitales. De acuerdo a Felices (citada por EsSalud,
2015), las víctimas ocultan al agresor, incluso los justifican. Asimismo,
Felices (citada por EsSalud, 2015) afirma que la
violencia hacia la mujer se está incrementando. De acuerdo a su registro del
Hospital Edgardo Rebagliati de Es Salud, alrededor
del 41% de las mujeres han sido agredidas, golpeadas o empujadas por su esposo
o compañero. De igual forma, los agresores poseen una baja autoestima y se
encuentran frustrados, fracasados, insatisfechos, inseguros, egocéntricos,
irascibles, celosos, conflictivos y justifican y minimizan sus agresiones. Sin
embargo, Felices determina que el agresor celoso teme perder a la pareja y
siente desaprecio. Por lo tanto, esa inseguridad se puede manifestar revisando
objetos personales como el celular, escuchar conversaciones o leer la
correspondencia para conocer los pasos de la otra persona. Además, los celos
excesivos se dan con frecuencia en parejas donde hay notoria diferencia de
edades. (Felices, citada por Essalud, 2015).
Adicionalmente, la situación se complica debido
a los niveles de tolerancia social que dificultan la identificación de un
problema como delito y facilitan su permutación (Boileau,
citada en Gamiño, 2018). Como consecuencia, las
costumbres, los roles de género y las construcciones sociales han legitimado
ciertas características de la violencia contra la mujer, haciéndolas parecer
normales, cotidianas y aceptables.
Por consiguiente, esto sugiere que existe un
impacto simbólico dentro de la legislación contra la violencia de género. De
esta forma, Boileau establece que el derecho es un
discurso que tiene un poder legítimo y legítimamente para definir la realidad,
las identidades de las personas, su lugar en la sociedad y las relaciones entre
ellas. Como resultado, esta rama tiene el deber de establecer las causas de
este fenómeno (Gamiño, 2018).
Con respecto a la parte legislativa, la ley que
responde a esta problemática es la Ley integral para garantizar a las mujeres
una vida libre de violencia Nº 348. Esta ley menciona que hay 16 tipos de
violencia y tipifica a cualquier tipo de violencia que se ejerce sobre las
mujeres, estando entre las más recurrentes y comunes: violencia física,
violencia psicológica, violencia sexual y el detonante mayor, el feminicidio.
Por otra parte, los niños que son involucrados
en estos actos de violencias, siendo testigos de la violencia doméstica o
víctimas de abuso, tienen un riesgo grave de tener problemas de salud mental y
física a largo plazo. Igualmente, los niños que son testigo de violencia entre
sus padres también tienen mayor riesgo de ser violentos en sus relaciones
futuras. (Oficina para la Salud de la Mujer, 2021).
Sin embargo, muchas víctimas de violencia se
niegan a denunciar. Por ello, se establece que el principal motivo para no
denunciar se encuentra fundamentalmente en el interior de la propia mujer, en
el miedo visceral que la retiene. Por lo cual, no se trata de sólo miedo al
maltratador, es miedo incluso a los demás, al qué dirán, a perder a sus hijos,
a no saber cómo sobrevivir cuando se acabe la relación. Por otro lado, estas
mujeres también temen perder a sus hijos, a no tener medios económicos para
poder atenderlos, a no encontrar un empleo. La inseguridad es otra constante
que se extrae de sus discursos (López, 2015).
Ante esta situación, uno de los comportamientos
más comunes es el silencio complice de violencia.
Este acto representa a un comportamiento arraigado en todas las sociedades, que
afecta a una de cada tres mujeres en el mundo, hasta el punto de que, en 2013,
la Organización Mundial de la Salud definió la violencia contra las mujeres
como: un problema de salud global de proporciones epidémicas (Manos Unidas,
2020).
De esta forma, la sociedad puede mostrarse
indiferente ante el maltrato y la violencia. Además, que esto ocurre mientras
el 30 % de las mujeres y niñas del mundo viven con miedo a ser agredidas, a
denunciar o a las reacciones en su entorno cercano tras las agresiones (Manos
Unidas, 2020). Sin embargo, Manos Unidas asegura que esto aún sigue produciendo
la apatía de una gran parte de las sociedades.
Con respecto a otros factores que definen la
violencia intrafamiliar, se encuentra la dependencia económica. Asimismo, la
dependencia económica de la mujer y su impacto en la violencia intrafamiliar es
de forma segura un punto de referencia en cuanto a la permanencia de un vínculo
exento de violencia, agravándose cada vez más en ciertos hogares a pesar de las
leyes vigentes (Novau, 2016).
En cuanto a los aportes del Novau
(2016), sus resultados demostraron que la violencia intrafamiliar está muy
persistente y normalizada dentro de los hogares, debido a que muchas mujeres
desconocen en que consiste la dependencia económica. Por ende, este
desconocimiento desencadena una serie de limitaciones que denigran la calidad
de vida de la mujer. Según el estudio llevado a cabo por Armijos et al. (2021),
de un total de 25 mujeres encuestadas, solo el 24% conoce en que consiste la
violencia económica mientras que un 76% desconoce sobre este tema.
Del mismo modo, el previo estudio determina que
el tema de violencia económica es invisibilizado y de
poco conocimiento, permaneciendo en la ignorancia social y de las víctimas. Por
lo tanto, existen un gran número de casos que persisten bajo este tipo de
violencia, siendo muchas mujeres, niñas y niños quienes no se percatan de
vivirlo (Novao, 2016).
No obstante, este no es el único conflicto que
influye en la violencia intrafamiliar. Debido a los propósitos de la presente
investigación, se abarcó sobre la mitificación de las relaciones románticas.
Para ello, se definió que un mito es una creencia, un componente más dentro de
toda una estructura de credos compartidos por una cultura o sociedad, la cual
los acepta como verdaderos. Por ende, en general, los mitos suelen constituir
una simplificación sobre algún aspecto de la realidad y tienen la capacidad de
influir, en mayor o menor grado, en nuestro comportamiento (Rovira, 2021).
Por la anterior razón, se abarcaron diferentes
frases que inciden el subconsciente colectivo. Asimismo, estas frases o
entendimientos refuerzan la idea de las relaciones abusivas y de los conflictos
violentos.
Como primera idea, se abordó la frase “El amor
todo lo puede”. Ante lo cual, significa que, sin importar las diferencias y
conflictos que dentro de la pareja se pueda presentar, “el amor” lo supera y lo
perdona. Esto incluye sobrepasar así la autonomía propia de las personas, en
este espacio podemos mencionar creencias como: “él cambiara por mí, los polos
opuestos se atraen, el amor todo lo perdona”. (Solidar Suiza, 2019).
A partir de eso, se aproximó al mito de que “el
verdadero amor está predestinado”. Esto se establece a través de creer que solo
existe un verdadero amor en la vida que complementa a la persona eternamente.
Sin embargo, esto no toma en cuenta las diferentes dinámicas que existe en la
convivencia entre personas, a su vez como sus deseos presentes y futuros. Por
lo tanto, este mito sugiere pensamientos tales como la idea de la media naranja.
(Solidar Suiza, 2019).
El tercer mito a tratar consiste en que “el
amor es lo más importante, a lo cual hay que entregarse completamente”. Este
mito proclama que la creencia que las personas en las relaciones amorosas deben
entregar todo lo que tienen. En otras palabras, esto implica renunciar a
cualquier cosa que arriesgue la estabilidad de la relación, incluyendo nuestra intimidad
o nuestros típicos hábitos, por la otra pareja. Usualmente, esta creencia nace
de la idea de alcanzar una recompensa al abandonarse, dejando afirmaciones
como: “el amor de pareja es imprescindible, la felicidad depende de tu pareja,
en la relación hay que entregarlo todo”. (Solidar Suiza, 2019).
El último mito que se desarrolló fue el que
comprende al amor como “una posesión destinada a la exclusividad absoluta”. De
acuerdo a Solidar Suiza (2019), este representa el mito más peligroso debido a
que las parejas desprenden un gran apego y la necesidad de quedarse con el
agresor. Por lo cual, se tiene la idea de que los celos son normales e incluso
son valorados. Más importante, esto da a entender que la víctima es propiedad
de su agresor, pero sobre todo el fin del amor es llegar al matrimonio es la
meta del amor”. (Solidar Suiza, 2016).
De igual manera, de acuerdo a la revista Borja
(2015), en el mundo, una de cada tres mujeres ha sufrido algún tipo de
violencia y más de cuatro millones de mujeres sufren explotación sexual forzada.
Asimismo, esta misma revista declara que solo en Latinoamérica y Caribe se han
producido 1678 feminicidios en el año 2014. Por otra parte, entre 5 a 47% de
mujeres informan haber sido sometidas alguna vez a relaciones sexuales forzadas
por una pareja íntima hombre.
Específicamente, en el Perú, miles de mujeres
fueron esterilizadas contra su voluntad en la década de los 90. Sumando a esto,
se estima que cada año se realizan más de 371.000 abortos clandestinos.
Adicionalmente, 7 de cada 10 mujeres de 18 a 29 años refieren haber sufrido
acoso sexual callejero en los últimos seis meses en el país (Borja, 2015).
Igualmente, en el caso de Bolivia, la revista
Alianza por la Solidaridad determina que se mantiene una elevada mortalidad
materna con un riesgo mayor para las mujeres de zonas rurales. Por ende, en
promedio, las mujeres tienen más hijos de los que desean tener y 16 de cada
cien mujeres no han recibido ningún tipo de pago por el trabajo realizado.
No obstante, se reconocen algunos avances
legislativos en Bolivia, y otros tipos de progresos como el hecho de que una
cantidad mayor de mujeres van a las escuelas, pueden perseguir una carrera
profesional, pueden votar, elegir y ser elegidas. Sin embargo, estas mujeres
aún se enfrentan las diversas expresiones de una sociedad machista que busca
reprimir, negar derechos, violentar y generar culpa a quienes ejercen su
autonomía (Borja, 2015).
En este orden de ideas, se planteó como
objetivo analizar las percepciones sobre la violencia intrafamiliar y la
convivencia con un agresor, de estudiantes hombres y mujeres que estudian en la
Carrera de Trabajo Social, en la Universidad Mayor de San Simón.
MÉTODO
La
presente investigación es encuentra dentro de los paradigmas cualitativo con un
alcance descriptivo. Este enfoque se ajusta al objetivo planteado y permitió
analizar y expresar las percepciones de estudiantes. Por otro lado, el diseño
de la investigación corresponde a una investigación documental y de campo.
Documental porque se realizó la recopilación de diversos autores en base al
tema abordado de la presente investigación, en cuanto a referencia, conceptos,
teorías concretas y claras con respecto al perfil agresor, perfil en torno a
las víctimas de violencia, pero sobre todo la repercusión que se tiene en casos
de violencia intrafamiliar, que figura en la vida cotidiana de los mismos
estudiantes. La búsqueda se realizó a través de diferentes fuentes: libros
publicados, artículos en revistas, sitios web, información en trípticos, entre otros.
La investigación documental permitió recabar información sobre investigaciones
previas realizadas acerca del objeto de estudio y conocer el estado del arte.
De Campo porque se realizó la recolección de datos a partir del contacto
directo con los sujetos o el fenómeno investigado.
En este
caso, se estableció una muestra no probabilística constituida por 27
estudiantes de la carrera de trabajo social sobre las percepciones que tienen
en la Universidad Mayor de San Simón, de 1º a 9º semestre, en la gestión
I-2022, sobre la violencia intrafamiliar y la convivencia con un agresor. Así
mismo, el proceso de investigación contemplo cuatro fases: a) revisión
bibliográfica y estado del arte, b) Trabajo de campo, c) Procesamiento de la
información, y d) redacción del informe de tesis.
Para el
logro de los objetivos se utilizaron como técnica grupos focales y entrevistas
de forma virtual. La técnica de grupos focales es un espacio de opinión para
captar el sentir, pensar y vivir de los individuos, provocando auto
explicaciones para obtener datos cualitativos. Aplicando el grupo focal a la
investigación, se pudo obtener diferentes datos sobre la vida de parte de los
estudiantes de la carrera de Trabajo Social, que manifestaron casos de
violencia, ya sea encubierta o demostrada que marco la vida de los estudiantes
y hacen que se convierta en agresoras o víctimas. El grupo focal partió de 6
preguntas esenciales, de las cuales se hicieron participes 5 estudiantes tanto
mujeres y hombre que formaron parte de la entrevista, prefiriendo de esta
manera un grupo focal virtual, donde se utilizó la sala de Zoom.
Por otra
parte, la entrevista no estructurada como recurso profesional permitió analizar
el proceso comunicacional tanto de aspectos relacionales, como significados de
lenguaje implícito y explícito. Se utiliza para recoger datos, informar,
establecer acuerdos y motivar. Dado la relevancia de la entrevista en la
carrera de Trabajo Social, se realizó veintisiete entrevistas entre hombres y
mujeres que proporcionaran la información debida para poder abordar los
objetivos planteados. La entrevista se realizó a partir de unas preguntas guía,
las cuales están realizadas de forma explícita o literal con los temas de la
presente investigación. Estas preguntas se realizaron con el objetivo de
obtener una visión general sobre el tema que se está estudiando. Se diseñaron 2
guías de entrevistas dirigidas a hombres y mujeres, las cuales contemplaron 12
preguntas particulares las cuales responden a las preguntas de investigación.
El procesamiento
de la información tuvo cinco momentos: a) registro y codificación de las
entrevistas físicas, digitales como también del grupo focal, b) transcripción
textual de los textos orales, c) categorización de datos, d) con base a las
categorías emergentes se analizaron los resultados de la investigación.
RESULTADOS
Los instrumentos
registraron la percepción de los participantes entorno a tema de estudio, estos
se agruparon en tres categorías: a) Percepciones de los estudiantes sobre las
consecuencias que trae consigo convivir con un agresor en la familia, b)
Percepciones de los estudiantes sobre los motivos que impiden a las mujeres a
no separarse de sus agresores, y c) Percepción de los estudiantes sobre las
actitudes que adoptan las mujeres frente a la violencia intrafamiliar.
Los datos de las
entrevistas se presentaron en forma anónima, para lo cual se empleó un código
de cita referencial (E.M-H-P1 R1) haciendo referencia a “Entrevista Mujeres -
Hombres – Pregunta – Respuesta”. De esta manera, se preservó el anonimato de la
información de los entrevistados, en el caso del grupo focal se presentó de
igual manera un código referencial (G.F P1-RI), el cual se refería a “Grupo
Focal Pregunta 1 Respuesta + Inicial de la participante”.
En tal sentido, al
estudiar las percepciones de los estudiantes sobre las consecuencias que trae
consigo convivir con un agresor en la familia, se pudo encontrar que la
convivencia con agresores representa un miedo constante en las familias, la
cautela que se debe tener en estos círculos, en muchos casos son alarmantes,
los valores de educación, respeto y tolerancia se ven afectados pues desde muy
niños se nos enseña a no pelear, no gritar, no faltar al respeto, siendo los
mismos progenitores quienes emplean estos comportamientos dentro del núcleo
familiar.
Con respecto a las
percepciones del perfil del agresor, en los datos recolectados sobresalen
cuatro ideas principales. La primera es que un agresor tiene antecedentes de
traumas psicológicos y violencia, su perfil está sujeto a diferentes
acontecimientos sociales y culturales que logra un comportamiento frío ante su
familia o pareja. La forma en la que los agresores expresan sus sentimientos y
emociones, depende mucho del ego que ellos mismos van alimentando.
La segunda idea señala que
el agresor es visto como una persona que no respeta la vida, ni la dignidad de
las personas. Uno de los participantes afirma, con mucho orgullo, que él no
siguió el ejemplo de su padre, quien pese a ser agresivo tanto sus hermanas
como su madre le enseñaron otro camino para afrontar las relaciones de pareja.
La tercera idea que sobresale es que los agresores son personas violentas y
manipuladoras, en las entrevistas los participantes mencionan que hay motivos
por los cuales las mujeres tienden a pasar por esta etapa.
Otro aspecto a
considerar en el estudio fue el rol de la mujer frente al ejercicio de
violencia desde la perspectiva y crianza de las madres. Las feminidades
tradicionales están influenciadas hasta cierto punto por la sociedad a la que
pertenece, la cual a su vez está inmersa y afectada por la cultura, esta misma
cultura que pone los estereotipos y esquematiza el “ser mujer”. En tal sentido,
tanto las masculinidades y las feminidades tradicionales, tienden a
estereotipar a hombres y mujeres para moldearlos; sin embargo, en los últimos
tiempos los padres tratan de romper con estas ideas y buscan advertir con que
se debe romper el silencio y buscar ayuda, si el caso lo amerita. Pero romper
con algo tan tradicional muchas veces es difícil y se falla en el intento, de
acuerdo a lo analizado en los resultados obtenidos.
Seguidamente, se trabajó
en los instrumentos las formas de expresión de las ideas, actitudes y prácticas
de un agresor en la familia. En este sentido, la educación machista y estereotipada,
resulta en muchos casos la base de las actuaciones de un agresor, estas ideas
vienen desde la educación materna cuando se afianzan los roles de género y los
estereotipos encasillan las actitudes que dirigen los comportamientos que
realizan.
Dentro del conjunto de
actitudes que adoptan las personas con perfil agresor hay demasiadas
interpretaciones, por lo que Arroyo (2004) manifiesta que el comportamiento de
las personas agresivas presenta inestabilidad emocional. Esto se refleja en un
mal control de los sentimientos y emociones, baja tolerancia a la frustración
con reacciones incontroladas y desproporcionadas a los estímulos, e
inseguridad.
Por otra parte, una de
las prácticas más comunes que se pudo identificar, en base a las percepciones
de los estudiantes, es el hecho que justifican sus actos dentro del entorno
familiar. Es decir, que estas agresiones son hechas por una razón personal, sin
embargo, cuando pasan estas situaciones en muchos casos los varones son quienes
minimizan estos hechos maquillando sus acciones con argumentos de sus propias
faltas, atacando a su familia, o como los mismos estudiantes mencionan: “Se
desquitan”.
Por su parte, cómo las
mujeres reaccionan frente a una situación de violencia, de acuerdo a los datos
proporcionados por los estudiantes de la Carrera de Trabajo Social, lo centran
en dos situaciones en específico: se acogen al silencio o buscan ayuda. En la
primera fase en la que muchas mujeres aguantan cualquier situación, momentos
por los que cada familia debe cuidar sus comentarios o acciones. En la segunda
fase ocurre el estallido de violencia, estas agresiones ya son las más fuertes
dentro las familias, analizando las repuestas es acá donde se tienen dos
caminos denunciar o callar.
A lo largo de la vida,
dentro las familias, se observan estas acciones y hechos de violencia, momentos
en los que sin darse cuenta terminan marcando la infancia y vida de cada uno, a
los hijos no les queda más que tratar de sobrellevar estas situaciones o tratar
de apaciguar los momentos de tensión con sus progenitores. Pero estas
situaciones muestran que aún se vive en el ciclo del miedo y los “qué dirán”,
la familia sigue siendo muy importante en el entorno socio-cultural. Sin
embargo, callándose las diferentes agresiones dentro la misma familia, con el
tiempo esta se va deteriorando, llegando al punto de desequilibrio donde se
llega a cuestionar lo bueno de lo malo y las acciones que deben ser seguidas de
parte de los hijos.
Se analizó las
percepciones de los estudiantes sobre los motivos que impiden a las mujeres
separarse de sus agresores y los argumentos de los agresores para justificar la
violencia. En estos aspectos los estudiantes señalaron seis aspectos muy
importantes: a.- Lo primero es la falta de autoestima, que refiere a la percepción
que se tiene de si mismos, que impide percibirse como
personas valiosas, bellas, únicas, talentosas o simplemente tener un buen
juicio respecto a quiénes son como persona; b.- Argumentos que usa el agresor
para justificar los hechos violentos, se pudo identificar que la ira elevada en
los hombres ante su pareja y familia, afirmando que los hombres son más
propensos a reaccionar con agresividad cuando consumen bebidas alcohólicas; c.-
Argumentos de mujeres víctimas de su agresor para no romper el lazo familiar,
uno de estos es que la misma víctima no quiere romper el lazo familiar. Esto
viene dado por la cultura boliviana, que modifica y marca tareas o actividades
que se esperan de la mujer casada, gracias a esto, muchas de las mujeres
tienden a “aguantar” los malos tratos; d.- Actitudes de los varones frente a la
presencia de un agresor en la familia, aquí se destacan situaciones de parte de
los hombres ante la presencia de un potencial agresor. Son muchos los casos en
que el hombre actúa de forma agresiva para defender a su familia pese a la edad
que se tenga, el instinto de protección ya es adquirido pues la valentía,
miedo, angustia, ira entre otros, se tienden a mezclar para defender lo que se
conoce como amor. Para uno de los entrevistados, si bien la tarea de los padres
es brindar una educación, entonces el deber como hijos es enseñarles lo que
ellos no lograron aprender ni entender en su tiempo; e.- Percepción de los
estudiantes sobre las actitudes que adoptan las mujeres frente a la violencia intrafamiliar,
específicamente sobre la actitud de las familias frente a la presencia de un
agresor, la cual consiste en la toma de decisiones de las mujeres víctimas de
violencia intrafamiliar donde hacen partícipe a los hijos, pues son sujetos que
viven con el agresor, al igual que la madre.
Finalmente, se
estudiaron las instancias de denuncia y las funciones que estas cumplen, en
Bolivia existen al menos cinco instancias de denuncia donde pueden acudir las
víctimas de violencia física, psicológica o sexual, según especifica el
artículo 42 de la Ley Integral 348 estas son; La Policía Boliviana, El
Ministerio Público, Servicios Legales Integrales Municipales (Slim´s), Defensoría de la Niñez y Adolescencia (esto en
caso de que la víctima sea menor de 18 años de edad) y las autoridades
indígenas originarias campesinas (si corresponde). Sin embargo, se observó que
hay una pequeña falta de información en los entrevistados sobre estos
mecanismos.
DISCUSIÓN
Con base al objetivo general
planteado, el cual fue analizar las percepciones sobre la violencia
intrafamiliar y la convivencia con un agresor, de estudiantes hombres y mujeres
que estudian en la Carrera de Trabajo Social, en la Universidad Mayor de San
Simón, y los resultados obtenidos; se puede destacar que la cultura realmente
es un factor que influye en los hechos de violencia, dentro el territorio
boliviano y dentro las vidas de muchos de los estudiantes. Se ve un creciente
número de casos de violencia y la mayoría de estos hechos son ocasionado por el
estado de ebriedad, violencia en razón de género y violencia económica.
Lamentablemente, entre cultura y educación, hay una especie de complicidad que
justifica la violencia, e impide a las mujeres o víctimas alejarse de sus
agresores, siendo este un primer elemento la presión familiar y social. Pues el
¿Qué dirán? ¿Quién me dará dinero? y el “aguanto por mis hijos” hace que se
convierta en las excusas principales para evitar romper los lazos con el
agresor. Tal como lo señalan los participantes del estudio, ideas que se ven ratificadas
por las investigaciones de diversos autores (López, 2015; Torres, 2021).
Otro elemento a considerar son las
tradiciones y conceptos machistas dentro la educación en la casa, pues,
contradictoriamente es en esta figura donde suele ocurrir el primer momento de
violencia. Dado que se observa y se aprende las conductas de los padres, es
donde los hombres y mujeres adoptan los roles de género y las forman parte de
sus vidas, estando muy inmerso los estereotipos que se dan desde la etapa de la
concepción, diciendo “mi hijo es hombre, no debe estar en la cocina” “mi hijo
es hombre no debe llorar” o “mi hija es mujer debe estar conmigo para a ser
buena mamá”, “mi hija debe ser delicada y callada” (Casals
Massó, 2019). Inconscientemente la cultura se adentra
en la vida de los hombres y mujeres, y los hacen generadores y replicadores de
violencia dentro sus familias y dentro sus relaciones, pues en muchos casos se
quiere continuar con estas enseñanzas, lo cual no es bueno para la sociedad.
Al investigar sobre ¿Qué piensan los
estudiantes sobre las consecuencias que trae consigo convivir con un agresor en
la familia? surgen aquellos pensamientos que repercuten en la vida futura de
los niños, niñas y adolescentes, por ello sobresale la percepción sobre lo que trae
consigo convivir con un agresor en la familia. Esto se ha vuelto para los
estudiantes, un tema de conversación donde cada uno expresa su vivencia, para
muchos el crecer con este tipo de prácticas genera un cambio emocional, físico,
cultural y hasta psicológico que suelen generar en hombres y mujeres
pensamientos violentos, con la tendencia a inclinarse con el perfil del agresor
o de víctima.
Las distintas percepciones de los
estudiantes generaron una preocupación y cambio en la forma en cómo viven cada
uno de ellos. Lo atestiguado generó los estudiantes, un gran cambio, es decir
que estos hechos de violencia intrafamiliares repercuten en la calidad de vida
de cada miembro de la familia.
Por otra parte, la educación que se
recibe dentro el seno familiar está formada por los pensamientos machistas
heredados de generación en generación. Estos van desde cómo comportarse hasta
la carrera universitaria u oficio laboral que se debe seguir, en base al sexo y
género que asigna o influye la familia. Aquellas percepciones de los
estudiantes nombran a los adultos como víctimas y como replicadores.
Así mismo se estudió ¿Qué piensan
los estudiantes sobre los motivos que impiden que las mujeres no se separen de
sus agresores? los motivos fundamentales para seguir con la pareja, pese a
todos los problemas, vienen a ser la composición de la familia, al ser esta una
base de la sociedad. Pues, según las tradiciones debe mantenerse unida, las
mujeres por lo general deben estar sometidas al hombre y al sistema machista
que aún vivimos en general.
Los hijos también vienen a ser un
segundo factor que realmente pesa muy fuerte en la toma de esta decisión,
puesto que culturalmente se piensa que los hijos dependen más del padre que la
madre. Por ejemplo, en el aspecto económico, si la mujer no trabaja
“necesariamente” debe convivir con su agresor, pues es el quien sustenta el
hogar. Culturalmente vemos como ciertos aspectos están estrechamente
relacionados unos a otros, convirtiéndose en una cadena de justificativos que
normaliza los hechos de violencia, pues es acá donde todo realmente se llega a
justificar, entrando así en el círculo de la violencia.
Un tercer aspecto, viene a ser la
presión social y familiar que existe dado que la misma cultura impone los
parámetros necesarios de familia, el justificar y minimizar los hechos de
violencia hace que la víctima se sienta en la obligación de disculpar tales
hechos. Aun sobrepasando su integridad como persona, idealizando que son así
todas las relaciones, colocando la violencia como forma parte de la relación,
llegando a ser este el primer paso para una naturalización.
Con base a los datos obtenidos
podemos afirmar que la cultura, viene a ser un factor crucial en la vida de
hombres y mujeres pues son las tradiciones y costumbres lo que hace que el
hombre sea el ser dominante en la relación, y la mujer sea el ser que está a
merced, claro que hay casos en los cuales no es así. Sin embargo, uno de los
dos tiende a presentar el perfil agresor en la relación.
Al abordar qué piensan los estudiantes
sobre las actitudes que adoptan las mujeres frente a la violencia
intrafamiliar, lo cual evidencia aspectos internos a la persona, pues hace un
énfasis en la introspección de la víctima como en la del agresor. Según los
estudiantes que participaron, la baja autoestima hace que se pierda la libertad
de decisiones, la persona víctima de violencia no se siente capaz de tomar
decisiones a su favor y en favor de sus hijos si es que los tuviese. Ya que la
“conexión” con su pareja viene a ser más fuerte, en lo cual destacamos que no
es la conexión, de hecho, es una dependencia emocional lo que hace que aun
estén con la relación, en muchos de los casos poco sanas. Esta dependencia
emocional hace que la vida del agresor y de la pareja realmente se vea completamente
naturalizado y que traten siempre de justificar los hechos de violencia.
La naturalización de la violencia en
las relaciones de pareja y dentro las familias realmente están muy enraizadas
con la cultura, pues desde tiempos pasados, se hizo una gran diferenciación
entre los juegos de roles de hombres y mujeres, otorgándoles ciertas
actividades y acciones, haciendo que el rol masculino sea una supremacía de
poder y verdad, haciendo que actualmente se vea mayores hechos de violencia, y
un incremento considerable en casos de feminicidio.
Las generaciones de padres y abuelos
tienen el concepto de violencia de alguna manera naturalizados en sus vidas es
por ello que quedan justificadas a lo largo de la vida, casi siempre se
encuentra una excusa disfrazada de disculpa, para justificar la violencia,
salen excusas como: “estaba borracho”, “está enojado”, “nadie lo entiende”,
entre otros, estas excusas desde lo personal vemos que no van relacionadas,
porque nada justifica la violencia.
Concluimos mencionando que todas las
acciones de hombres y mujeres en relación a hechos de violencia, están
estrechamente relacionados con la cultura, las costumbres y la educación que se
vive desde casa y en el medio social en el que se vive, Bolivia está en un
creciente aumento de casos de violencia y feminicidio, es por eso que la
deconstrucción es una base fundamental para poder empezar a erradicar la
violencia en la sociedad y en las familias.
CONCLUSIONES
Una vez
analizado e interpretado los autores que sustentan el presente trabajo de la investigación,
así como analizados los resultados, tal como indicaban los objetivos
planteados, se establece las siguientes conclusiones:
Las
percepciones de los estudiantes sobre las consecuencias que trae consigo
convivir con un agresor en la familia indican que, un agresor es una persona
que también sufrió de traumas psicológicos y violencia. Por lo cual está sujeto
a diferentes acontecimientos sociales y culturales que los hace tener un
comportamiento frío ante su familia o pareja, la forma en la que los agresores
expresan sus sentimientos y emociones, depende mucho del ego que ellos mismos
van alimentando.
Los
motivos por los cuales las mujeres mantienen relaciones sentimentales con sus
agresores son múltiples; por ello es difícil decidir, sin embargo, los
participantes perciben que la falta de autoestima es muy importante. Pues, la
percepción que se tiene las mujeres de sí mismas impide percibirse como
personas valiosas, bellas, únicas, talentosas o simplemente tener un buen
juicio respecto a quiénes son como personas.
Las
actitudes que adoptan las mujeres frente a la violencia intrafamiliar es de
miedo. Muchas familias se vuelven sumisas por miedo a las acciones que tenga su
agresor pues contemplan que hacer algo para parar la violencia generaría más
violencia. La mayoría de las mujeres tratan de ocultar que existe un agresor
dentro de la familia; otras solamente prefieren callar lo que sucede en casa,
pues el hogar tiene que estar completo mamá, papá e hijos.
Los roles
asumidos por la madre y el padre de los estudiantes y como se repiten en sus
relaciones actuales de pareja, a pesar que varias de las respuestas fueron
escasas, porque los participantes no querían hablar sobre los hechos de
violencia que sucedieron dentro sus familias se puedo concluir que predomina
los roles estereotipados que establece la cultura y la sociedad donde se vive.
Sin embargo, es importante que se pueda ir deconstruyendo
la perspectiva de la violencia, para así poder empezar a eliminar los
estereotipos, a su vez se estaría eliminando los roles de género; que si bien nos forman como hombres y mujeres, también nos
ponen etiquetas que debemos cumplir en la sociedad.
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